Un estudio de los Centers for Disease Control and Prevention y la National Campaign to Prevent Teen Pregnancy en Estados Unidos (2012) indican que actualmente, mientras que para los adultos el sexo oral es un acto muy exclusivo de la pareja estable y de alta intimidad, para los adolescentes es una práctica casual, vista como ‘no sexo’.
La cosa es que si uno le preguntara a una mujer de más de 70 años (o menos) qué tanto aplicaba sexo oral en sus encuentros, una buena parte de ellas confesará que jamás, que esa era una práctica que sólo hacían las mujeres ‘de la vida galante’. En cambio hoy es, de algún modo, parte imprescindible del foreplay. O bien, –independientemente de la edad- una herramienta para las primeras citas con alguien con quien estamos ‘midiendo’ para dónde va, antes de llegar a una práctica full, a tener relaciones sexuales de penetración. El sexo oral –por lo tanto- se convierte en el sustituto del coito para la estimulación de órganos sexuales.
¿Le damos menos ‘valor’ o lo vemos como algo mucho más light que llegar al coito? ¿Incluso como ‘no sexo’, sino juegos, tal como encontraron en ese estudio de la National Campaign?
Puede que así sea; sin embargo, eso no implica que sea una práctica que muchas mujeres disfruten. De hecho, muchas la realizan sin una consciencia sensorial: lo hacen por hacerlo sin encontrar un verdadero disfrute, una erotización personal. ¿Qué sentimos por primera vez?
Haciendo una pequeña encuesta con amigas cercanas, 25 mujeres entre los 22 y los 45 años, me encuentro con las siguientes afirmaciones y percepciones.
Las primeras veces en todo, en cualquier experiencia de vida (no sólo eróticas) el temor es lo más frecuente. Mucho más que la emoción o una expectativa disfrutable. En un sentido de conexión y sobre todo deseo de estimular los órganos sexuales de un hombre, para esas mujeres que ya han dado sexo oral decenas de veces, la percepción es muy distinta: se convierte en una dinámica de dar y recibir placer.
Lo describimos como una sensación de control (hacia el otro), sabiendo que lo tenemos dominado, de liberación personal o de integración natural de una práctica que antes considerábamos ‘fuerte’.
En cuanto a sensaciones, la mayoría describe disfrutar la textura de la piel, especialmente lo esponjoso del glande; el tamaño del pene (que se percibe mayor al roce de la lengua), y mucha mayor comodidad en la técnica. Usar la lengua para deslizarla circularmente en la corona del glande o linealmente por el cuerpo del tronco les parece mucho más agradable que dejar entrar y salir el pene de la boca.
Eso sí, en cuanto a la eyaculación, sólo tres de esas 25 afirma que disfruta realmente recibir la eyaculación en la boca y/o deglutir el semen. Y, súper interesante, cinco de ellas, a pesar de practicar sexo oral de manera muy frecuente, sigue sin disfrutarlo: lo hacen por hacerlo, porque ‘es parte de’ y, claro, porque ellas también quieren recibir sexo oral y lo ven como un ‘payback’.
Lo más interesante de esta serie de preguntas, por encima de lo divertido que resultó (porque aunque podemos hablar con apertura, ‘algo’ nos sigue dando vergüenza que nos hace estallar en risas), es describir nuestras sensaciones, ponerle consciencia sensorial a nuestros recuerdos. Es un gran ejercicio que nos permite descubrir si lo que integramos a nuestro repertorio es realmente por una vivencia placentera o por cumplir supuestos estándares de ‘cómo deben ser las relaciones sexuales’.
Hay qué pensarle, ¿no? El ejercicio es buenísimo, háganlo.
Que no te digan y que no te cuenten, descubre qué se siente hacerle sexo oral a un hombre con los mejores consejos. Te invitamos a leer ¿chupas, muerdes o masticas?