Cántale a mis dos lunas blancas:
Quiero que solo tú enciendas la luz seca
que aún emanan.
Ponte mis alas de nácar abiertas en vuelos de paloma:
Te las regalo en un abrazo hondo y largo
como nuestro continente americano.
Dialoguen nuestras lenguas en susurros de brisa tibia:
Bebámonos uno al otro
en las mañanas.
Dame el aliento de tu volcán nocturno:
Para mezclar nuestro néctar
en un rayo.
Más no olvides besar
mi cintura de aceituna
hasta quemarte con su sal
desgranándose en tu boca.
Obedece cada paso
de este mandato imperfecto
y te llevaré por siempre
en mi memoria.
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