Lo hemos visto en podio y destrozar sus propias marcas olímpicas, pero pocos saben que había sido sentenciado al fracaso.
Michael Fred Phelps, a sus 31 años, puede presumir de ser el atleta olímpico más condecorado de todos los tiempos, podrá vivir disfrutando de todos sus logros y del éxito que hoy lo acompaña, pese a que en su infancia fue calificado como alguien sin talento. La verdad estaba por descubrirse, pues poco faltaba para ser diagnosticado con TDAH (Transtorno por Déficit de Atención e Hiperactividad).
Como la mayoría de los afectados por este trastorno conductual que afecta a entre un 5 y 10% de la población infantojuvenil, Michael tenía bajo rendimiento escolar y por supuesto, no podía concentrarse ni estarse quieto dentro del aula. Los maestros calificaban su comportamiento de “inmaduro”, sin embargo hubo una atrevida profesora que aseguró a Deborah Phelps -madre y pilar emocional del prodigio de la natación- que su hijo no tenía talento. La conversación fue más o menos así:
– Michael no puede estarse quieto, Michael no puede estar tranquilo, Michael no puede concentrarse.
-Tal vez se aburre…
-¡Oh!, él no tiene talento. Su hijo nunca será capaz de concentrarse en nada.
La determinación es un rasgo que Michael trae de familia, pues desde ese día su madre no cesó en sus intentos para que su hijo superara lo que ella consideraba una “frustración”, pues el niño se enfrentaba al reciente divorcio de sus padres y a una repentina mudanza.
Y fue así como el “sin talento” Phelps comenzó un nuevo estilo de vida, bajo una estructura diaria que le inculcó disciplina, facilidad para socializar dentro y fuera de la escuela, y la tendencia a perseverar ante las dificultades, es decir, concentración y visualización, siendo estos los secretos del éxito que hoy acompaña al astro de la natación.
Las cosas comenzaron a mejorar cuando Phelps fue recetado con Ritalin, un medicamento utilizado para el tratamiento del TDAH, que lo ayudó a concentrarse en todos sus deberes sin moverse tanto, y evidentemente a entrar en la etiqueta de “comportamiento normal”; sin embargo, fuertemente motivado por la necesidad interna de encajar -sus amigos no iban con la enfermera escolar diariamente a tomar medicina-, Michael le dijo a su madre: “saldré de ésta solo, lo controlaré, puedo hacerlo”.
A los 11 años, Michael Fred Phelps tomó el control de su futuro -siempre respaldado por su madre y familia- y abandonó el tratamiento médico que hasta ese momento lo había ayudado. Una decisión que demostró toda la confianza en sí mismo y una madurez mental que personas con muchísima más edad no alcanzan en toda su vida.
Pese a ser objeto de bullying escolar por su desarrollo morfológico -brazos demasiado largos, piernas un poco cortas, torso largo y orejas grandes-, Michael encontró su verdadero ecosistema dentro de las piscinas, pues bajo el agua todo su ser se fusiona dando como resultado al único tritón que puede subsistir fuera del líquido vital.
En el meteórico y sacrificado ascenso de Phelps, aparte de su madre hay otro pilar importante, un hombre que ha compartido desde la orilla de la piscina cada logro que Phelps ha alcanzado: su nombre es Bob Bowman, quien ha sabido explotar al máximo el potencial del nadador durante 20 años.
La fórmula de Bowman es simple: “a mayor exigencia, mayor éxito”, y no sólo se ha encargado de diseñar estrategias especiales para Phelps -quien fue bendecido desde su morfología para triunfar- desde temprana edad, sino que el couch asegura que el factor más importante del nado de su pupilo es psicológico. Tal como lo demostró en:
J.O Sidney 2000: No obtuvo medallas, pero dio una buena competencia teniendo solamente 15 años de edad.
J.O Atenas 2004: Gana 6 medallas de oro y 2 de bronce
J.O. Beijing 2008: Obtiene 8 medallas de oro, superando de esta forma al también norteamericano Mark Spitz y escribiendo su nombre en mayúsculas en la historia de la Fiesta Deportiva.
J.O. Londres 2012: Se adueña de 4 medallas de oro y 2 de plata, convirtiéndose en el atleta con más medallas en la historia de los Juegos Olímpicos.
Tras haberse inmortalizado y haber afrontado el escrutinio del ojo público y la atención de medios nacionales e internacionales en Londres 2012, Michael anunció su retiro. Meses después el icono del deporte y estandarte de la vida saludable, fue captado fumando marihuana, lo cual se tradujo de un minuto a otro en repudio total por parte de sus fieles seguidores.
Sin embargo, aquellos que lo crucificaron y dejaron prontamente en la oscuridad todos sus logros y méritos deportivos, también olvidaron mencionar que los atletas de alto rendimiento experimentan trastornos neurobiológicos por la baja de serotonina en el cuerpo, la cual se encarga de transportar señales de una neurona a otra dentro del cerebro y estos síntomas se manifiestan científicamente en adicciones.
Una vez más, fue Debbie Phelps quien se encargó de sacar a su “pequeño” de apuros y ayudarlo a encontrar el camino de nuevo. Posicionándose no sólo como el mejor nadador de los tiempos sino también en los corazones de todos sus fieles seguidores, quienes incluso se inspiraron para destacar en el deporte, tal es el caso de la Iron Woman Katy Ledecky.
Michael Phelps destruyó y revolucionó el concepto de competencia llevándolo a un nivel insospechado, pese a haber sido estigmatizado en su infancia como alguien sin talento y con una perspectiva de futuro difícil debido al TDAH, La Bala de Baltimore ha demostrado una y otra vez que querer es poder, que sin importar cada obstáculo que se presente, el trabajo duro y una mentalidad de verdadero campeón son lo único que se necesita para sobresalir en lo que uno se proponga.
El fracaso de Michael Phelps, es precisamente no haber fracasado en persistir en sus sueños, en inspirar corazones de niños, jóvenes y adultos que con sólo escuchar su nombre sienten la adrenalina recorrer su cuerpo y, en algunos casos, la efímera fantasía de estar a su lado compitiendo por ser una estrella fulgurante a nivel mundial.
Hoy a sus 31 años siendo padre de un pequeño de 3 meses y medio, prometido, hijo y héroe mundial, Phelps se retirará de las piscinas y competencias internacionales, pero siempre será el hombre que destruyó records mundiales, revolucionó la tecnología deportiva, las técnicas tradicionales de entrenamiento y por encima de eso, un ejemplo de superación para todo aquel que se limita así mismo, el ejemplo de la actitud Kinky.
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