Basada en la exitosa obra de teatro de 1968 de Mart Crowley, llega a Netflix esta genial adaptación. The Boys in the Band retrata la vida de un grupo de hombres gays en Nueva York en la década de los 60. La anécdota general gira en torno al grupo que se reúne para una fiesta de cumpleaños, la cual empieza a tornarse caótica y llena de emociones conforme los personajes van sacando secretos, rencores y trapitos sucios.
Jim Parsons se luce con, quizá, el primer papel que realmente lo saca de la casilla de Sheldon Cooper en la que muchos lo han encerrado. Interpreta a Michael, un escritor y católico de clóset que vive preocupado por Dios, el dinero y el hecho de que se está quedando pelón. Un ex-novio suyo llamado Donald (interpretado exquisitamente por Matt Bomer) es quien le pide ayuda para organizar el cumpleaños que detonará todo.
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En la reunión, la atmósfera comienza a ponerse cada vez más pesada y, como en toda dinámica social, empezamos a darnos cuenta de que quienes parecían llevarse muy bien en realidad no se quieren tanto y viceversa. Sin lanzar spoilers, se hacen evidentes los subtextos y, de pronto, los silencios, los gestos y las corporalidades empiezan a decirnos más de lo que dicen los personajes con palabras.
El conflicto principal surge a partir de un juego que Michael propone para que todos jueguen una vez que ya están borrachos: cada uno tiene que llamar por teléfono a una persona de su pasado de la que se enamoró y de la que todavía está enamorado en secreto. Quizá ya puedas imaginarte hacia dónde va a girar la historia y, aunque efectivamente podría ser un poco predecible, los actores le dan una fuerza e intensidad emocional únicas.
El estilo y la dirección de arte podrían recordar a la famosa Mad Men por el hecho de que comparten temporalidad (ambas historias se desarrollan en la década de 1960); sin embargo, aquí vamos del mundo de hombres machos y privilegiados de Mad Men al mundo de personajes minoritarios, muchos que aún esconden su sexualidad porque socialmente es un prejuicio y no está procesado y aceptado como hoy en día.
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Uno de los mayores logros de The Boys in the Band es que se aparta del cliché de retratar la vida de los homosexuales en la época del SIDA y la represión (en los 80-90’s). En lugar de apostarle a eso y hacer un drama lacrimoso y lastimero como muchos que ya existen, el director le apuesta a la profundidad emocional de los personajes, vistos sí como gays tratando de encontrarse en el mundo, pero sobretodo como seres humanos que mienten, aman, odian y ríen.
En ese sentido, es profundamente refrescante ver una película con temática LGBT+ que, más allá de ser una “película gay”, es una película con sentimientos e ideas profundas e interesantes; una película con actuaciones que conmueven y convencen, con diálogos que emocionan y nos persuaden de que la vida es también la infelicidad, el absurdo y todo aquello que a veces rechazamos como si no existiera.
¡Dale sentido a tus sentidos!
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