Te veo dormir
en mi/nuestra cama
(se es propietario de aquello que se riega
y nosotros la regamos puntualmente).
En pleno día duermes
como si fuera de noche.
Las piernas abiertas
como una niña cansada de jugar
que al despertar querrá seguir jugando.
Duermes en paz.
A salvo.
Sabes que estoy aquí
pobre muralla de manos y deseos
pobre
pero inexpugnable
para que tu sueño sea seguro
y los monstruos de la supuesta realidad
no se atrevan con nosotros.
Duermes como la primera madre y la última hija
con la femenina placidez de los océanos
con tacto de nube y todos los fuegos
dispuestos a encenderse.
Duermes como la vida
cuando la vida está satisfecha.
Duermes aquí
con el peso excesivo de mi pierna como manta.
Oigo tus ríos
tus cataratas de besos
tus risas como tornados
tus vendavales.
Tengo en la boca
la sal que solo florece en tus orillas.
Duermes y rotas sobre tu propio eje
que a veces soy yo
y a veces es la esférica voluntad de tus caderas.
Cuando te veo dormir en paz
en nuestra cama
sospecho
que más que amar a una mujer
amo a un planeta.
Tus miedos
los acaricio apenas
no les doy de comer
ni los mato de sed.
Tus miedos son bienvenidos
porque vienen contigo.
Beso tus miedos
los devoro entre tus piernas
les escribo un poema
para que no se duerman
y los veo jugar
a olvidarse de asustar.
Trae contigo tus miedos
no los dejes afuera
que compartan el vino y el deseo
que me vean cuidarte dormida
o cantarte al oído
el bolero dichoso
de un amor prohibido.
No te asustes
amor
pero también
me he enamorado de tus miedos.
¡Dale sentido a tus sentidos!
Te podría gustar también: Cuando te como el coño, de Carlos Salem