Los pechos de Magaly
son dos enormes girasoles
que penden de su cuerpo.
Atropellan desconocidos
y se desbordan sin recelo.
La cintura no es estrecha,
pero la curva de sus caderas
es como para entrar en la vida
y no salir sobria.
Su monte de venus…
un inmenso clavel negro.
Yo quisiera leer los pechos de Magaly
y encontrar a Dios entre sus piernas.
Para tocarte sólo necesito
tu cercanía de aliento
y el olor a bosque que llega de tu vientre
en el momento exacto del olvido.
Siempre te quiero,
pero hay una hora precisa en que te quiero
con el amor más suelto.
De mis pies a tu boca hay rocío,
es un siglo de flores despertando
la frescura del sueño.
Ah, el amor otra vez,
almiatado, entretiene al desvelo
lanzándole cuchillos a la luna.
El mundo
es una lengua
que se angosta,
sube por las axilas
desciende por los pechos,
da un rodeo por el vientre
y se arroja
a la desembocadura de los ríos,
en un mar sin retorno.
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