Bailar un son cubano suele ser,
simplemente,
una sinfonía en ene más un movimiento
para articulaciones
aún por descubrir.
Pero en el trance oblicuo
la música es el mundo del Perseguidor.
En él yo pude
morderte aretes y un collar de brillante saliva,
explorar y nombrar las fatales
dunas en tu espalda,
leerte el pensamiento a través de cada pupila dilatada
en las aureolas de tu pecho,
hablarle al mar
desde tu ombligo,
saborear la excitación del mercurio en el enigma de tu obscuro,
entrar porque me quieres dentro,
salir porque me quieres dentro,
hacer cantar tu voz secreta,
dejar en tu laberinto-imán constancia
de mi díscola capacidad de inexistir intensamente.
Te hice girar y una semifusa
ganó la eternidad con la sola insinuación
del pálpito de tus senos
en mi antebrazo siniestro.
Casi amor
Casi fue amor
el arrebato de carnes
después del frenesí
de carcajadas
cuando pediste
apagase la luz,
aquí
y ahora.
¡Dale sentido a tus sentidos!
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