Plenilunios en las caderas
abren diálogos de mar
arena y sal con el viento.
Repta el torso círculos
de candentes tonos
en la piel de bronce.
La miel del crepúsculo
la beben los ombligos
cuando la cintura
se rompe
en los azúcares de las cañas.
Hombros
rodillas
y pies
sensualidad que arde
en carne y tierra
del beso
amamantado con ron.
Baile, música, éxtasis…
El saber sin saberte se extenúa
en el límite de tu caricia sin manos,
cuando se me viste la carne desnuda
en reflejos de sombras
enlazadas al suspiro de mis falanges.
Sabes que se me rueda la piel
sobre tu hambre presentida,
que mi sexo gotea
sabores de yogurt y melocotón maduro,
que mi abrazo es un concierto
de tabaibas deshojadas;
y mis besos, la justa dosis afrutada del cinamomo,
para hacer de tus músculos oasis;
pausa en mis pátinas de hembra satisfecha.
¡Dale sentido a tus sentidos!
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