Lavémonos el pelo
y desnudemos el cuerpo.
Yo tengo y tú también,
hermana,
dos pechos
y dos piernas y una vulva.
No somos criaturas
que subsisten con suspiros.
Ya no sonriamos,
ya no más falsas vírgenes.
Ni mártires que esperan en la cama
el salivazo ocasional del macho.
Asumamos la actitud de vírgenes.
Así nos quieren ellos.
Forniquemos mentalmente,
suave, muy suave,
con la piel de algún fantasma.
Sonriamos
femeninas
inocentes.
Y a la noche clavemos el puñal
y brinquemos al jardín
abandonemos
esto que apesta a muerte.
De acuerdo,
soy arrebatada, celosa,
voluble
y llena de lujuria.
¿Qué esperaban?
Que tuviera ojos,
glándulas,
cerebro, treinta y tres años
y que actuara
como el ciprés de un cementerio?
¡Dale sentido a tus sentidos!
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