Era una mujer a la que le gustaba coger, masturbarse, tocarse pensando hasta en sus más pervertidas fantasías. Se sentía increíblemente cómoda en su propia piel, cada vez que cruzaba frente a un espejo se miraba y admiraba, era una hermosa mujer latina. Se tomaba fotos en su tiempo a solas con las ganas de subirlas a sus redes, pero nunca lo hacía pues realmente solo quería que una persona viera esas imágenes. Nadie sabía o conocía esa parte de ella más que alguien muy especial.
Entre semana se vestía con una blusa, falda, calcetas largas y zapatos con poco tacón. Se la pasaba la mayoría del tiempo en la cafetería de la universidad frente a un libro o una computadora con sus lentes puestos. Tapaba sus libros con forros para que nadie viera las portadas o los títulos, le encantaba leer libros eróticos y sentirse mojada en un lugar público donde hay poco que ella pueda hacer para saciar su sed sexual. Los hombres se quedaban hipnotizados al ver sus piernas ya que la falda se volvía aparentemente más corta de lo que en realidad era cuando cruzaba las piernas. Fantaseaban con ella, con la chica de los libros, se preguntaban cómo sería en la cama
Una noche decidió hacer algo diferente. Abrió una botella de vino tinto, tomó una ducha de agua caliente y se masturbó imaginando a esa persona metiéndosela por atrás mientras le caía el agua por la espalda. Se metió su vibrador y se estimuló el clítoris por unos minutos hasta que se corrió a chorros, pero no se notaba por la regadera y el vapor que la envolvía. Al salir, buscó el vestido negro que tanto le gustaba, pero nunca se había atrevido a ponerse, resaltaba sus grandes curvas, su culo parado, su pequeña cintura y sus pechos redondos. Se maquilló para resaltar sus grandes ojos y pintó sus labios rojos. Se puso unos tacones de aguja y se sentó en la sala mientras disfrutaba el resto de su botella. Esperó a que llegara su amiga y se tomaron unas fotos coquetas, un poco ebrias, pues su amiga también había realizado el mismo proceso. En todas las fotos mostraban sus escotes y sus labios solo a unos centímetros de distancia.
Al llegar al antro todos voltearon a verlas. Los de la cadena no tardaron ni un minuto en abrirles el paso. Era ya tarde y la música retumbaba en las paredes, casi se podía notar la música rebotar en sus pechos y en su culo. Su amiga conocía a medio mundo, pasaba a una mesa y saludaba a dos o tres personas, hasta llegar a la última mesa. Nadie sabía quién era esa amiga misteriosa del vestido negro. Pero a ella no le importaba socializar, solo le importaba una persona entre toda esa multitud.
Después de una cuba y unos tequilas encontró a esa persona. Le dijo a su amiga que volvía en un segundo. Dejó su vaso y se abrió camino, todos volteaban a ver su culo y sus ojos, eran lo que más llamaba la atención y eso que era hermosa. Llegó hasta una mesa con 5 hombres, dos le daban la espalda. Tomó a uno de ellos del hombro y lo besó apasionadamente jugueteando con su lengua, pudo saborear el tequila y la sal en sus labios rojos. Todos se quedaron sorprendidos, pues no sabían quién era ella. Siguió besándolo y a él se le puso duro como una roca, hasta podía notarse apretado contra su pantalón. Tiró de su mano y lo llevó hasta el baño.
Lo metió a uno de los cubículos y le bajó el pantalón hasta los tobillos. Puso su pene duro y venoso en su boca y comenzó a mamarlo. Todos sabían lo que estaba pasando pues veían a alguien parado y a una mujer de rodillas por la parte de abajo del cubículo. Él comenzó a moverse más rápido y profundo en su boca. Lo sacó de su boca escupiéndole el exceso de saliva y continuó masajeándolo con la mano. Se subió el vestido hasta la espalda y dejó al descubierto su sexo empapado, había escurrido tanto que hasta escurría por la pierna. Se puso de espaldas y dejó que la embistiera desde atrás como en su fantasía de la ducha. La penetraba al ritmo de la música que retumbaba en las paredes. Le encantaba su sexo y lo húmedo que estaba, le encantaba que siempre estaba lista para recibirlo. Ella gemía y gemía hasta que liberó un grito ahogado después de llegar al clímax. Él no traía condón, descargó su semen en su espalda y ella sintió cómo caía el tibio líquido en su espalda.
Salieron del baño y todos voltearon a verlos. Regresaron a la mesa de él, se tomaron un caballito de tequila y ella volvió a besarlo, él apretó con ambas manos su culo y regresó con su amiga. Se masturbarán con el recuerdo de esos besos ebrios las noches por venir. Los otros cuatro hombres de la mesa le preguntaron a él que qué había pasado, que si se la había cogido, que quién era esa puta. Se enojó tras escuchar esa palabra y les dijo que no era ninguna puta y que ninguna mujer lo era. Esa mujer misteriosa era su novia. Nadie la conocía pues vivían en ciudades distintas, él no sabía que iba a estar ahí esa noche, ella quería sorprenderlo. Su chica de libros se volvía una diosa sexual cada vez que estaban juntos y nadie conocía esa parte de ella más que él. Se quedaron mudos por un segundo y continuaron disfrutando de su noche. Ahora todos querían tener su propia mujer misteriosa con sabor a tequila.
¡Dale sentido a tus sentidos!
También te podría gustar: Castigo. Un relato de Regina Favela