Hoy quiero con la violencia prohibida.
Sin lirios y sin lagos
y sin el gesto vago
desprendido de la mano que un sueño agita.
Existe la savia. Existe el instinto. Y existo yo
colgada de mundos centelleantes por las venas
mitad hembra mitad mar como las sirenas.
Espaldas blancas palpitantes:
alas en el exilio de un cuerpo.
Los brazos carriles centellantes
para el convoy del alma.
Y los ojos emigrantes
en el navío del párpado
encallado en renuncia o cobardía.
A veces hembra. A veces monja.
Según la noche. Según el día.
Molusco. Esponja
embebida en un filtro de magia.
Araña de oro
presa en la tela de sus ardides.
Y a sus pies un corazón de loza
roto en juegos infantiles.
Del amor no queda nada más que un octubre
y cuanto más amaba, más me rindo:
cuanto más me gastas, más me cubro
y cuanto más me escondo, más me veo a mí mismo.
Y sé que te deleito y te deslumbro más
porque cuanto más eclipso, más existo.
Dentro me enciendo, sol escondido,
Te arrodillo, cuerpo místico.
No me despiertes Estoy muerto en la fiesta
de tus besos Etéreo, mi tipo
ni tu celo amoroso te disuadirá.
Pero cuanto más en la nube rompo
más de la tierra y el fuego es el abrazo
quieres mantenerme joven en la carne.
¡Dale sentido a tus sentidos!
Te podría gustar también Alda Merini: 3 poemas de tenue erotismo