Un día como hoy de 1867, falleció Charles Baudelaire. Al igual que Charles Bukowski, fue considerado uno de los poetas malditos. En sus poemas solía hablar de sexo, sobre todo entre mujeres. Aquí te dejamos los tres poemas más Kinky de Baudelaire. ¡Que los disfrutes!
Madre de los juegos latinos y de las voluptuosidades griegas.
Lesbos donde los besos, son lánguidos o jubilosos,
calientes como soles, frescos como los melones,
adornan las noches y los días gloriosos.
Madre de los juegos latinos y de las voluptuosidades griegas.
Lesbos donde los besos son como las cascadas,
que se lanzan sin miedo en los huecos insondables,
y corren saltarinas y movidas por las sacudidas,
tormentosas y secretas, bulliciosas y profundos.
Lesbos donde los besos son como las cascadas.
Lesbos donde los Phrynes uno al otro se atraen,
donde jamás un suspiro descansará sin un eco,
al igual que Paphos las estrellas te admiran,
y Venus con justo derecho puede sentir celos de Safo.
Lesbos donde los Phrynes uno al otro se atrae.
Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas,
que hacen eso con sus espejos, estéril voluptuosidad.
las muchachas con los ojos huecos, enamoradas de sus cuerpos,
acarician los frutos maduros de su virginidad,
Lesbos, tierra de noches cálidas y lánguidas.
Deja al viejo Platón, fruncir el ceño austero,
tu hilvanas tu perdón con exuberantes besos,
reina del imperio dulce, amada y noble tierra,
y de refinamientos nunca exhaustos,
Deja al viejo Platón, fruncir el ceño austero.
Tu delineas tu perdón del eterno martirio,
infligido sin tregua, a los corazones ambiciosos,
que atrae lejos de nosotros, la radiante sonrisa,
entrevista vagamente al borde de otros cielos,
tú delineas tu perdón del eterno martirio
¿Quién de los dioses se atreverá, Lesbos, a ser tu juez,
y condenar tu frente empalidecida de tantos trabajos,
si sus balanzas de oro no pesaron el torrente,
de lágrimas que al mar han vertido tus arroyuelos?
¿Quién de los dioses se atreverá, Lesbos, a ser tu juez?
¿Qué importa que la ley sea justa o injusto?
¡Vírgenes de corazón sublime, dignidad del archipiélago,
vuestra religión como otras es majestuosa,
y el amor se reirá del Infierno y del Cielo,
¿Qué importa que la ley sea justa o injusto?
Porque Lesbos entre todos me eligió en la tierra,
para cantar el secreto de las vírgenes en flor,
y yo fui admitido desde la juventud al negro misterio,
de las risas libres unidas a las lágrimas oscuras,
porque Lesbos entre todos me eligió en la tierra.
Y tomó después el cuidado de la trama de Léucade,
como un centinela, el ojo despierto y seguro,
que vigila noche y día, los bergantines, tartanas o fragatas,
de la cual se agitan las formas a través del azul,
y tomó después el cuidado de la trama de Léucade.
Para saber si la mar es indulgente o buena,
a través de los sollozos de la roca que resuena,
una tarde traerá hacia Lesbos, que perdona,
los adorados despojos de Safo, que ha partido,
para saber si la mar es indulgente o buena.
De Safo amante y poeta,
más bella que Venus a causa de su mortal palidez,
el ojo azul, vencido por el ojo negro,
el círculo negro trazado por los dolores,
de Safo amante y poeta.
-Más bella que Venus se ataviaba sobre el mundo,
y vertiendo los tesoros de su serenidad,
y la luminiscencia de su justa juventud,
sobre el viejo Océano de su hija encantada,
más bella que Venus se ataviaba sobre el mundo
-De Safo quien sucumbió el día de la blasfemia,
cuando insultando el rito y el culto inventado,
el día hizo de su hermoso cuerpo pasto supremo de la tierra,
cruel cuyo el orgullo castiga al sacrilegio,
de Safo quien sucumbió el día de su blasfemia
Y es después de esos tiempos, que Lesbos deplora,
y a pesar de los honores que el universo le rinde,
se embriaga cada noche con el grito de la tormenta,
que empujan a los cielos sus orillas desiertas,
y es después de esos tiempos, que Lesbos se lamenta.
Ven sobre mi corazón, alma cruel y sorda,
Tigre adorado, monstruo de aires indolentes;
Quiero, por largo rato sumergir mis dedos temblorosos
En el espesor de tu melena densa;
En tus enaguas saturadas de tu perfume
Sepultar mi cabeza dolorida,
Y aspirar, como una flor marchita,
El dulce relente de mi amor difunto.
¡Quiero dormir! ¡Dormir antes que vivir!
En un sueño tan dulce como la muerte,
Yo derramaré mis besos sin remordimiento,
Sobre tu hermoso cuerpo pulido como el cobre.
Para absorber mis sollozos sosegados
Nada equiparable al abismo de tu lecho;
El olvido poderoso mora sobre tu boca,
Y el Leteo corre en tus besos.
A mi destino, en lo sucesivo, mi delicia,
Yo obedeceré como un predestinado;
Mártir dócil, inocente condenado,
Del cual el fervor atiza el suplicio,
Yo absorberé, para ahogar mi tormento,
El nepente y la buena cicuta,
En los pezones encantadores de ese pecho agudo
Que jamás aprisionó un corazón.
La mujer, entre tanto, de su boca de fresa
Retorciéndose como una sierpe entre brasas
Y amasando sus senos sobre el duro corsé,
Decía estas palabras impregnadas de almizcle:
«Son húmedos mis labios y la ciencia conozco
De perder en el fondo de un lecho la conciencia,
Seco todas las lágrimas en mis senos triunfales.
Y hago reír a los viejos con infantiles risas.
Para quien me contempla desvelada y desnuda
Reemplazo al sol, la luna, al cielo y las estrellas.
Yo soy, mi caro sabio, tan docta en los deleites,
Cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos
O cuando a los mordiscos abandono mi busto,
Tímida y libertina y frágil y robusta,
Que en esos cobertores que de emoción se rinden,
Impotentes los ángeles se perdieran por mí.»
Cuando hubo succionado de mis huesos la médula
y muy lánguidamente me volvía hacia ella
A fin de devolverle un beso, sólo vi
Rebosante de pus, un odre pegajoso.
Yo cerré los dos ojos con helado terror
y cuando quise abrirlos a aquella claridad,
A mi lado, en lugar del fuerte maniquí
Que parecía haber hecho provisión de mi sangre,
En confusión chocaban pedazos de esqueleto
De los cuales se alzaban chirridos de veleta
O de cartel, al cabo de un vástago de hierro,
Que balancea el viento en las noches de invierno.
Dale sentido a tus sentidos.
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