(fragmento)
Bombilla miserable alumbrando cegatona.
Se desliza luz golosa sobre el cuerpo
jaspeando el brillo de tu piel.
En crisol de agua te conviertes,
refractando desnuda entre vitrales.
Tu cabello negro ofidio,
lenta desmadeja sus anillos
y duerme a cola suelta sobre tus hombros…
El vino ordeña un riachuelo
entre el surco de tus muslos
y el crisol de agua rompe y pierde
su confín horizontal.
(Me das en comunión “El beso de la flor”
y el gusto lame el farol sexual de mis delirios)
Avanti, mis brazos carabelas
cortan viento tus moradas
y en tus senos siembro ardillas saltimbanquis
a que muerdan y envenenen tus deseos.
Es profunda la noche y nimia la bombilla que me alumbra
al divisar pezón izquierdo en que descanso…
¿Será el timbre que llame a los arcángeles?
Llego neo, hasta tu vientre atormentado
e insomne pierdo la batalla.
Mis guerreros cruzan cimitarras
y aplauden mi llegada.
Así el mástil del velero acariciante
masturba la infinita alfombra de tu vientre
y extiende la pradera, acezando a la potranca
que de espaldas mira el cielo.
(Perverso cronograma de un beso elemental)
Cruzan cimitarras
en lago hirviente de salivas.
La voz y los recuerdos
-arriba se suicidan-,
y en bóveda roja palatina,
recogen gritos o quejidos.
Cruzan cimitarras: tuércense,
enróscanse
rozan, trozan.
Se erectan
y luego lidian
a contrazuelos de molares.
Caninos trituran sin orden
ni concierto:
muerden, sangran,
recuestan y alertan incisivos
que todo está por consumarse.
Cruzan cimitarras
en lago hirviente de salivas…
Labios cómplices, lascivos y pacatos
se retuercen puntiagudos, incisivos,
o enmudecen, huyendo del espasmo.
Lava ardiente -a contraparte-,
discurre en culebreos
por los muslos
y el Talibán, blandiente alzor,
disfrutará de paso,
las algas transparentes
durmiendo sobre Venus.
El corazón no habla. Se estremece.
El orgasmo viene
al final del calendario.
¡Dale sentido a tus sentidos!
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