Esa noche, bajo la luz de la luna, nuestras miradas seductoras no dejaban de cruzarse una y otra vez. Debíamos ocultar nuestros deseos y jugar a ser amigas.
No era una fiesta como cualquier otra; vestimenta casual y toda su familia se encontraba presente. Nadie sabía nada acerca de lo que había entre ella y yo; para todos, éramos simplemente amigas. Platicando y bailando con ella no podía dejar de mirar sus labios, de desear su cuerpo y de imaginar todas esas cosas que anhelaba hacerle en ese preciso momento.
Decidí tomarla de la mano y meterla conmigo al cuarto de lavado. Cerré la puerta, la miré maliciosamente, no le di explicación alguna y en seguida la acorralé entre la pared y mi cuerpo. Nos besábamos mientras yo sostenía sus manos firmemente para evitar que pudiera moverse. Comencé a besarla cada vez más y más abajo, labios, cuello, hombros, abdomen. Recorrí casi todo su cuerpo a besos y caricias utilizando únicamente mis labios. Enseguida le quité aquella blusa color vino escotada que llevaba puesta e inmediatamente también su pantalón. La tomé de la cintura para ponerla de espaldas hacía mí. Lentamente fui metiendo una de mis manos a su panti de encaje color negro. Su piel comenzaba a erizarse mientras le besaba el cuello, mordía suavemente sus orejas, y con mi otra mano agarraba sus grandes pechos.
Utilicé mi mano dentro del panti para jugar poco a poco con su clítoris y disfrutar de lo mojada que se encontraba ya. Le quité el panti, la empuje hacía la lavadora y cuando se sentó sobre ella, la abrí de piernas. Comencé a besar su entre pierna y fui acercándome al centro mientras ella chupaba mis dedos. Empecé a lamer su clítoris una y otra vez al mismo tiempo que metía mis largos dedos en ella. Sus gemidos eran imparables, así que con mi otra mano traté de cubrirle la boca lo más que podía. No podíamos dejar que alguien de la fiesta nos descubriera.
Ella se mojaba cada vez más y más, decidí acelerar el ritmo de mi lengua, al mismo tiempo que el de mis dedos. Ella gritó como nunca e indudablemente obtuvo uno de los mejores y más duraderos orgasmos de su vida. Mi cara terminó empapada de ella. Se vistió, nos arreglamos lo mejor que pudimos y nos integramos nuevamente a la fiesta. Primero salió ella del cuarto de lavado y un par de minutos después, salí yo. Al parecer no hubo sospecha alguna, la fiesta continuaba de manera normal. Sin embargo, pude notar que tanto ella como yo nos quedamos con ganas de más, de mucho más.
¡Dale sentido a tus sentidos!
Te podría gustar también: 2 poemas eróticos de Violeta Luna