A dos mujeres ardientes

11 enero, 2017 2 mins de lectura
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La negra Dominga (Fragmento) de Rubén Darío

¿Conocéis a la negra Dominga?

Es retoño de cafre y mandinga,

es flor de ébano henchida de sol.

Ama el ocre y el rojo y el verde

y en su boca, que besa y que muerde,

tiene el ansia del beso español.

Serpentina, fogosa y violenta,

con caricias de miel y pimienta

vibra y muestra su loca pasión:

fuegos tiene que Venus alaba

y envidiara la reina de Saba

para el lecho del rey Salomón.

Vencedora, magnífica y fiera,

con halagos de gata y pantera

tiende al blanco su abrazo febril,

y en su boca, do el beso está loco,

muestra dientes de carne de coco

con reflejos de lácteo marfil.

 

Florentina de Rubén Darío

Sobre el diván dejé la mandolina

y fui a besar la boca purpurina,

la boca de mi hermosa Florentina.

Y es ella dulce y rosa y muerde y besa;

y es una boca rosa, fresa;

y Amor no ha visto boca como ésa.

Sangre, rubí, coral, carmín, claveles,

hay en sus labios finos y crueles

pimientas fuertes, aromadas mieles.

Los dientes blancos riman como versos,

y saben esos finos dientes tersos

mordiscos caprichosos y perversos.

Dulce serpiente, suave y larga poma,

fruta viva y flexible, seda, aroma,

entre rosa y blancor, la lengua asoma.

La Florentina es sabia, y ella dice

que en ella están Helena y Cloe y Nice,

y Safo y Clori y Galatea y Bice.

Su risa es risa de una lira loca:

en el teclado de sus dientes toca

Amor la sinfonía de su boca.

Y ese cáliz hallé de mieles lleno,

y él el placer y el mal puso en mi seno,

y en él bebí la sangre y el veneno.

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