Buenas noches, por Regina Favela

21 febrero, 2018 6 mins de lectura
Compartir

Era una noche fría, helada, caía nieve que llenaba todo de blanco menos el contorno del jacuzzi que estaba excavado en el piso. El agua ardía y los copos desaparecían al contacto con el vapor que emanaba del agua. Solo había dos personas en el jacuzzi esa fría noche. Ella traía puesto su bikini negro strapless y el cabello amarrado en un chongo nada perfecto arriba de su cabeza. Se notaba su delgado cuello y sus finas facciones, incluso le sobresalían los huesos de la clavícula. Su vida no era más que pasar horas en el gimnasio esperando a que el señor al que pertenecía el anillo en su mano llegara a casa y se la cogiera por 3 minutos y se viniera sin dejarla satisfecha.

De vez en cuando, ella se invitaba con la tarjeta de él sus propias vacaciones. Cada vez a un nuevo destino, y esa noche ahí estaba entre montañas y nieve. La persona con la que compartía esa noche era un joven, se podría decir que no llegaba a los 21 años. Tenía una gran melena negra que le cubría hasta las orejas. Su cuerpo que se escondía bajo el agua revelaba un abdomen marcado por lo delgado, incluso se podían notar los huesos que marcaban una falsa entrada a aquello que guardaba su traje de baño. 

Él la había visto desde que llegó, admiró su cuerpo perfecto, sus grandes pechos rebotando al caminar y su perfecto culo redondo, ya que el traje no servía más que para cubrirle el pubis. Era perfecta, era como si un ángel estuviera ahí frente a él. Un ángel que en su mente de santa no tendría más que la belleza. Desde que la vio su polla se puso dura y su corazón empezó a latir cada vez más rápido. Se imaginaba cómo sería acercarse a ella, desabrocharle el traje de baño y ver sus pezones rosas ponerse duros. Se imaginaba metiéndole la lengua a la boca y besarla apasionadamente. Se imaginaba quitarle la liga del chongo y ver su cabellera caerle sobre sus pechos mojados. Se imaginaba que ella le desabrochaba el traje de baño y le tomaba el pene con fuerza. 

Abrió los ojos, no se había dado cuenta de que los había cerrado por algunos segundos. Cuando los abrió, su ángel pecador ya no estaba frente a él, pero al girar la vista la vio a su lado, con los pechos descubiertos. Con un suave movimiento le puso un mechón detrás de la oreja mientras le besaba el cuello. Él no podía creer lo que estaba pasando, y si su respiración estaba acelerada ahora estaba a mil por hora. Su polla estaba más dura que cuando se estaba imaginando aquella escena. A ella le prendía su inocencia y su torpeza. Lo único que ella quería esa noche era cogerse a alguien por el tiempo que ella quisiera, y esa era su oportunidad. Su cuerpo juvenil la hacía olvidar el rancio cuerpo que la esperaba a kilómetros de distancia. 

Ella se sentó en él viéndolo de frente y le ordenó que mordiera sus pezones. Sin pensarlo dos veces, tomó su primera víctima con los labios y dio un pequeño tirón. Tomó el segundo y repitió sus movimientos. Mientras, ella le desabrochó el traje de baño y sacó su miembro. Él ni siquiera se había dado cuenta de que ella ya no traía puesta la parte de abajo del bikini por el movimiento del agua o porque estaba hipnotizado por sus senos. Su sexo estaba totalmente depilado y suave. Le ordenó que siguiera chupándole los pezones. Ella estaba jugueteando con su pene duro dándose a sí misma golpecitos bajo el agua antes de metérselo completo. Y antes de que pudiera hacerlo, el la abrazó y la recargó ahora donde él estaba sentado. Sintió fría la espalda, pero por lo caliente que estaba y por lo caliente del vapor no le duró nada esa sensación.

A ella le gustaba ese juego travieso de que ahora él tuviera el control y soltó una pequeña sonrisa. Y la penetró con fuerza. Su pene era grande y ancho, algo que ella no se esperaba al verlo tan delgado, pero sabía lo delicioso que sería tenerlo dentro cuando lo tomó con su mano. Se veían las pequeñas olas que se formaban por el movimiento de sus pechos en el agua. La embistió fuertemente, por varios minutos, ambos estaban sudando, pero se camuflajeaba por el agua y el vapor. Eso era lo único que ella quería esa noche, cogerse a alguien que la pudiera llenar completa. Ella se vino una vez, liberando un pequeño grito ahogado. Pero él seguía penetrándola, no le daba oportunidad de descansar de su primer orgasmo cuando ya estaba llegando al segundo.

Pero salió de ella, la giró para penetrarla por atrás, de manera que uno de los propulsores del jacuzzi le daba directo en el clítoris. Jamás había sentido tanto placer. Llegó al tercer orgasmo mientras él llegaba al primero. Él quería seguir cogiéndola, él podía seguir un rato más. Pero ella ya estaba satisfecha, y era ella quien se lo había cogido a él. Había sido ella la que había tomado la decisión de follar esa noche al aire libre con un desconocido. Tomó su traje de baño que flotaba al lado suyo y salió desnuda al frío. Aún nevaba, los copos caían en su hermoso cuerpo y desaparecían tan pronto tocaban su piel. Le guiñó el ojo mientras se ponía su bata blanca y se alejó sin siquiera desearle buenas noches. Pero no importaba, pues su noche ya había sido buena

¡Dale sentido a tus sentidos!

Si te gustó la temática de este cuento, te recomendamos esto: Ser Kinky es, ¡que el frío te ponga más caliente!