La desnudez es bella en el recogimiento
en la posesión de sí.
El ejercicio es quitarse una prenda y una atadura.
Terminar desnudo
libre
volátil
sin posesiones.
Concluir en la inconmensurable presencia
de sí mismo en sí mismo
a todo lo largo ancho y profundo de sí mismo.
Una vez desnudo
vocalizar el lenguaje de la piel
traducir lo que dice una célula a la otra
caminar y percibir el movimiento de los dedos
verificar la exactitud del mecanismo de la vida
saborear la perfección del cuerpo
“hacerle verso al universo”.
El ejercicio es éste:
desnudarse y ser.
La desnudez es más bella aún
en la presencia de quien la admira y la perfecciona.
Quien con su mirada no la enturbia
ni la destruye con su violencia.
El ejercicio es desnudarse frente al otro
y desatar todos los lazos de apariencia,
comunicarse sin palabras
-introducciones ni epílogos-
envolverse en un lenguaje de signos
abrirse a lo íntimo
acercarse a lo sagrado
encontrar la verdad de la presencia sin máscaras
ofrendar carne y alma palpitantes.
El ejercicio es éste:
desnudarse frente a otro y ser
en la presencia del otro,
ser con el otro.
La desnudez es todavía más bella
en la presencia del amado,
cuando en el acto sublime del amor
se humedecen
-simultáneamente-
los sexos y los ojos.
¡Toca, siente, provoca!
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