Hace 15 años que juré ante todos amarlo por el resto de mis días. Él juró lo mismo. Todos los días hemos sido fieles a esa promesa, estemos juntos o separados por tierra y mar, siempre hay un te amo. Pero después de tanto tiempo esa frase se ha vuelto un poco ordinaria, no porque no lo sintamos realmente, sino porque la hemos escuchado todos los días. Quería romper nuestra rutina, quería ser espontánea para que él se sorprendiera. Quería saber que después de tantos años aún siente lo que sentía al principio, quería ponerlo nervioso, quería tocarlo y besarlo y que se sintiera de 20 años otra vez. Quería saber que aún había muchas cosas nuevas que nos quedaban por hacer. Y así fue.
Cuando llegó de la oficina y le abrí la puerta de la casa no se esperaba verme así. Traía puesto un vestido blanco largo de esos de tela pesada que resalta las curvas del cuerpo por más pequeñas que sean. La casa estaba iluminada con puras velas y en la mesa tenía una botella de su vino favorito. Tomamos vino y platicamos como solíamos hacer. Por cada copa de vino me tomaba un vaso de agua, pues nuestra noche apenas empezaba. Me senté en sus piernas y le quité la corbata mientras lo veía a los ojos, seguramente él pensaba que ahí mismo íbamos a hacer el amor, pero no. Lo besé y le puse la corbata en los ojos para que no viera a donde lo iba a llevar para la segunda parte de la noche.
Subimos al coche y manejé por unos minutos. Durante todo el camino frotaba mi mano contra su pene por encima del pantalón para que supiera de qué se iba a tratar la sorpresa. Seguimos platicando y recordando nuestras primeras citas hasta que vi nuestro destino, una casa azul con un pequeño letrero que decía Casa Anzures.
No le quité la venda de los ojos hasta que entramos a la habitación. La Jr. Suite Cabaña era perfecta para nosotros. Nunca habíamos hecho algo como esto y realmente no sabía qué esperar, pero fue perfecto. Estaba sorprendido, lo pude ver en sus ojos. Mi corazón estaba latiendo a mil por hora porque no sabía cómo iba a reaccionar, no sabía si le iba a gustar, pero por su respuesta creo que le encantó. Con una mano alzó ligeramente mi rostro, me dio un beso suave y lento. Subió su vista hasta mis ojos sin decir una sola palabra.
Lo tomé de la mano y lo senté en la cama mientras lo besaba. Le di un pequeño empujón en el pecho para que se acostara. Me aparté de él unos segundos para abrir la llave del jacuzzi que había dentro del cuarto. Regresé y comencé a desvestirme lentamente, algo que me ponía muy nerviosa, como si fuese la primera vez que hacíamos el amor. Yo lo veía muy serio, su rostro no expresaba ninguna emoción, pero sus ojos nunca dejaron de mirarme. Ahí estaba yo completamente desnuda. Podía sentir cómo mi sexo empapado se hinchaba cada segundo que pasaba. Me acerqué de nuevo a él para besarlo, pero no me dejó. Recorrió lentamente mi cuerpo con sus manos como si nunca lo hubiese visto. Pasó por mi cuello, bajando por mis hombros. Cuando llegó a mis pechos los tomó con fuerza y me besó cada pezón. Siguió por la espalda, por mi vientre, hasta llegar a mi pubis afelpado. Con una mano apretó uno de mis muslos mientras insertaba la otra entre mis labios sintiendo lo mojada que estaba.
Así, yo parada y él sentado, me masturbó. No fue suave, fue algo duro y brusco, pero me encantaba verlo cuando me daba placer. Su rostro seguía serio y sus ojos nunca se apartaron de los míos. Siguió masturbándome hasta que mis piernas perdieron el control y casi caigo al piso. Me levantó y me cargó hasta el jacuzzi.
Se metió conmigo al agua hirviendo y ahora sí me besó. Me cargó y me sentó en sus piernas, nunca había estado tan cerca de él y nunca me había sentido tan segura. Me tomó entre sus brazos mientras me seguía besando. Tomé su pene por debajo del agua y lo introduje en mi sexo. Nunca habíamos podido hacer una posición en la que yo estuviera arriba pues mis movimientos son un poco torpes, pero ahora el agua era mi cómplice y parecía que era mi posición favorita. Dejó salir unos gemidos antes de venirse, cerró los ojos y frunció un poco el ceño. Cuando volvió a abrirlos los volvió a fijar en los míos y dijo: “Eres el amor de mi vida”.
¡Dale sentido a tus sentidos!
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