Mi cuerpo tiembla.
Tiembla de ganas, tiembla de envidia, tiembla de placer reprimido.
Mi cuerpo pide,
mi cuerpo desea,
mi cuerpo demanda otro cuerpo para calmar sus ansias.
Mi cuerpo solitario, mi cuerpo soñador, mi cuerpo rebelde, este mi cuerpo abandonado.
Mi cuerpo recuerda cada caricia, cada agitación, cada desvelo,
cada gemido ahogado en otra boca.
Mi cuerpo tiene una memoria fascinante.
Recuerda cada cuerpo, cada intento, cada poro,
cada orgasmo fingido, cada grito incontrolable, cada ficción,
cada sorpresa, cada angustia.
Cada búsqueda deja sus huellas en mi vientre,
cada golpe deja su marca entre mis muslos,
cada lágrima deja impresa su humedad entre los dedos de mis pies,
cada pregunta sin respuesta navega entre mis manos,
cada decepción se prende a mis cabellos,
cada error se tiñe de marrón en mis pupilas,
cada goce desfila dando saltos por mi boca.
Mi cuerpo despide el olor de mi pasado.
No necesito escribir diarios ni memorias.
Tengo mi cuerpo testigo, mi cuerpo horizonte, mi cuerpo desnudo.
Soñé que hacíamos el amor,
y me sentías, y me adorabas.
Soñé que tus ojos exhalaban un te amo en cada parpadeo,
¡y cómo parpadeabas!
Soñé que tu boca proyectaba efluvios saturados de deseo,
¡y cómo me inundabas!
Soñé que tu aliento me abrazaba toda en un sensible anhelo,
¡y respirabas, y respirabas…!
Soñé que tu alma se embriagaba tanto al poseerme toda,
¡ay, cómo me amabas!
Y cuando abrí los ojos te sentí conmigo,
sudando, parpadeando, respirando
…y me cogías,
y me cogías…
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