Esta práctica sexual ha sido y sigue siendo un tema tabú, sin embargo, no siempre fue así.
El sexo anal es una práctica sexual como cualquier otra, perfectamente saludable y placentera si se realiza con consentimiento y de manera correcta, sin embargo, en ocasiones es rechazada por la falta de información o por los mitos que la rodean. Pero no siempre fue así, en la Antigua Grecia, el amor y el sexo raramente iban de la mano. Los hombres y las mujeres llevaban vidas separadas. Los griegos tenían sexo con las mujeres para tener familia y con los hombres por placer y diversión. Incluso, Grecia fue la primera civilización en aceptar abiertamente la homosexualidad; el matrimonio solo tenía un objetivo: la reproducción. Para el amor, la compañía y el sexo, los hombres recurrían a otros hombres, razón por la que el sexo anal era la práctica favorita.
La mayoría de las representaciones de actividad sexual que hay de esta época proceden de las copas que utilizaban en las fiestas de hombres llamadas simposios o banquetes. Se celebraban en casa de los hombres; mientras tanto las mujeres o hijas permanecían encerradas en una habitación. Sin embargo, había mujeres que también podían ofrecer pláticas intelectuales, sexo y diversión: las prostitutas. Fue con las heteras (prostitutas de alto nivel) que empezaron a surgir los encuentros eróticos heterosexuales. Las heteras disfrutaban de su sexualidad y se dejaban llevar por el placer. El sexo anal también era la práctica predilecta para ellas, pues así evitaban quedar embarazadas. A finales del siglo IV a. C., la situación empezó a cambiar, había relaciones entre hombres y mujeres más profundas y más libertad para ellas.
Por otra parte, en las civilizaciones precolombinas también se practicaba el sexo anal, y se sabe por ciertas producciones ornamentales, como los huacos eróticos de Perú, en las que son comunes las representaciones eróticas.
Después, con la llegada de la religión cristiana, el sexo anal se convirtió en sinónimo de depravación y condena, pues los hombres y mujeres debían tener relaciones sexuales para reproducirse, y el sexo anal no tenía ningún objetivo más que la carnalidad. A pesar de ser mal visto e incluso castigado, continuó siendo practicado, en secreto y en las clases más privilegiadas.
En los años 60 se convirtió en una práctica frecuente para conservar la virginidad y evitar el embarazo. Sin embargo, había sociedades conservadoras que seguían considerándolo un tabú.
Han sido miles de años en los que el sexo anal ha sido perseguido por “atentar” en contra de la naturaleza. Afortunadamente, el estigma se ha ido reduciendo y se ha demostrado que es una práctica común y placentera.
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