Pasaron días, incluso meses, sin que habláramos. Después del cumpleaños de Camila todo estuvo muy raro entre nosotras. Me mataba no hablar con ellas ni poder verlas, en especial a Ximena, no había podido sacármela de la cabeza. Recuerdo cómo me tocaba, recuerdo cómo se sentía su lengua, lo recuerdo todo. Me arrepentí un poco de haber sacado ese lado mío, pero al mismo tiempo no me arrepiento de nada de lo que pasó aquella noche.
Un día le escribí a Ximena. Le platiqué un poco de mi vida y me respondió también de la suya, de su novio, de su trabajo, de todo. Sentí un golpe en el estómago cuando leí la parte de su novio, no tenía idea. Me dijo también que me extrañaba, pero supuse que no de la misma manera que yo lo hacía. Le dije que quería verla, así que le mandé la dirección del Love Hotel Quinto Elemento. Sabía que podía negar mi invitación después de leer que tenía novio, pero le pareció una gran idea.
La vista de la Suite Terraza Aire era magnífica. Había llevado una botella de ginebra, como aquella noche, y comencé a bebérmela antes de que llegara. Cuando abrí la puerta me llevé una gran sorpresa, había llevado a su novio. No sabía qué esperar, no sabía qué esperaba Ximena que pasara, pues yo no iba a tener sexo con él. Pero esos no eran sus planes.
Platicamos un rato, me contaron cómo se conocieron y lo que habían estado haciendo estos meses. Veía que su novio no estaba ni nervioso ni emocionado de estar en un cuarto de motel con dos mujeres, como si no esperara que pasara algo entre los tres. A Ximena la vi muy diferente, su mirada era perversa. Parecían aire y fuego, Ximena siendo el fuego. Después de unos minutos comencé a preguntarme qué hacía yo ahí, aunque yo fui quien la invitó. Cuando les dije que me tenía que ir, Ximena inmediatamente me tomó de la mano y me dijo que no había podido dejar de pensar en esa noche. Me quedé muda y volteé a ver a su novio con asombro. Me dijo que él lo sabía todo y lo besó. Si antes no sabía qué hacía yo ahí, ahora menos.
Le dije que yo tampoco podía sacarme esa noche de la cabeza, pero que no iba a coger con los dos esa noche. Ximena se río y dijo que ella tampoco iba a tener sexo con nosotros dos. No entendía nada, así que le dije que no tendría sexo con su novio y volvió a reírse, solo me contestó que yo estaba ahí para mirar.
Lo tomó de la mano y se metieron. Me dejaron sola en la terraza. Ximena comenzó a desvestirse sin apartar la mirada de la mía. Nunca la había visto completamente desnuda. Lo único que quería era pasar mis manos por todo su cuerpo, por cada curva. Solo de verla quitarse la ropa comencé a mojarme. Creo que ella lo sabía, pues no dejaba de sonreírme. Su novio también se desvistió y también era perfecto. Tenía unas ligeras entradas que marcaban el camino a su pene, delgado y largo. Sabía perfectamente cómo tocarla, casi como si me estuviese leyendo el pensamiento. La tocaba justo como yo lo haría. La cargó tomándola del culo para que cruzara sus piernas en su espalda y la tiró en la cama. Todo mientras la besaba, eran besos salvajes y sucios, me gustaba ver cómo sus lenguas se rozaban.
Cuando la tiró en la cama, se puso de rodillas frente a ella. Abrió sus labios y comenzó a chuparle su coño. Entré a la habitación para verlos mejor, si lo que ella quería era que la viera, no me iba a perder ni un solo detalle. Ya más de cerca, pude notar los hilos de saliva y de los jugos de Ximena. Apartó su boca de su sexo para meterle los dedos. Empezó por uno, luego por otro, y luego otro. Ximena arqueaba la espalda y se pegaba cada vez más a la mano de su novio. Nunca me quitó los ojos de encima. En un punto, él ya tenía la mano entera dentro de su sexo, penetrándola. Veía cómo entraba y salía llena de sus jugos. Sus piernas empezaron a temblar. Con la otra mano le frotaba el clítoris mientras la seguía penetrando, haciendo que se viniera tan fuerte que hasta eyaculó. Él estaba empapado, pero por la sonrisa en rostro pude notar que no le importaba en lo más mínimo. Cuando sacó la mano, Ximena le hizo un gesto para que la acercara a mí. No sabía si eso era lo que quería que hiciera, pero chupé cada uno de sus dedos, saboreándola.
No le hizo nada que yo no le hubiera podido hacer. Aquella noche, la primera noche, yo me había vestido como sadomasoquista, pero esa noche, ese momento, fue la tortura perfecta.
¡Dale sentido a tus sentidos!
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