Los poemas más inspiradores de Joan Margarit

16 febrero, 2021 4 mins de lectura
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El poeta y arquitecto español Joan Margarit, fue un hombre que creía que “sin la poesía el hombre se encontraba a la intemperie, que la poesía es la más cruel de todas, aún siendo bella”. Pasó sus últimos meses escribiendo, escuchando música y ordenando sus últimos poemas, para hoy partir de este mundo dejando como herencia un libro de poemas inéditos que pronto saldrá a la luz.

Dentro de sus escritos y libros publicados, se encuentran algunos de sus poemas que fueron inspirados en las mujeres de su vida y en el más sagrado sentimiento humano: el amor. Te vamos a compartir algunos de ellos para que te deleites con su lírica y lo recuerdes en el día de su muerte. Cabe mencionar que el famoso escritor falleció a los 82 años, apenas dos meses después de haber recibido el prestigioso Premio Cervantes 2019.

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Amada Regina

En todas las ciudades busco siempre
un hotel que llevara el nombre de ella.
El Regina de Roma y su fachada
severa y gris, fascista, de granito.
El Regina de Londres, frente a un parque
tristísimo al crepúsculo. El Regina
con las piedras negruzcas de Bruselas.
El cálido Regina de París,
junto al «quai» solitario de barcazas.
El Regina y su zócalo de moho
lamido por las aguas oscuras de Venecia.
Y cuando ella murió, y él no viajaba ya,
el último Regina, en el bullicio
del centro, en Barcelona,
le acogió con sus gélidos espejos
y con su delicada marquesina
de hierro y de cristal en la calle Bergara.
Regina amada, hoteles y mujer:
algunos negros bultos en la noche,
la caldera encendida y los neones
de tu nombre, violentos de tanta soledad.
Ciudades que están llenas de imprevistos
hitos de amor.

Cosas en común

Habernos conocido
un otoño en un tren que iba vacío;
La radiante, aunque cruel
promesa del deseo.
La cicatriz de la melancolía
y el viejo afecto con el que entendemos
los motivos del lobo.
La luna que acompaña al tren nocturno
Barcelona-París.
Un cuchillo de luz para los crímenes
que por amor debemos cometer.
Nuestra maldita e inocente suerte.
La voz del mar, que siempre te dirá
dónde estoy, porque es nuestro confidente.
Los poemas, que son cartas anónimas
escritas desde donde no imaginas
a la misma muchacha que un otoño
conocí en aquel tren que iba vacío.

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No te volveré a ver

Es esta piel violeta de una noche
que dejamos pendiente.
Y tu silencio suena como un saxo
de oro negro en el fondo
de los días sin ti.
En tu pecho jadea el contrabajo,
y en tu flanco, tan cálido de sombra
que siempre soñaré cuando mi mano
lenta avance hacia ti.
Músicos en penumbra, los instrumentos de oro
en sus bocas lilosas: ya, la vida
no me devolverá la que aposté
a tu cuerpo desnudo cuando eras una fiesta.
No queda más que -al piano- un negro ciego,
nuestro amor: toca solo en la sombra
y mi sueño se duerme entre sus dedos.

La combinación

A Mari Carmen Parma

Sola entre dos infiernos
-el de la libertad y el de la edad-,
ya no he podido abrir la caja fuerte.
La puerta con sus cifras giratorias,
es la ruleta en la que ya no sé
de qué forma apostar:
desde el primer suspiro conservé,
acorazada luz, aquella rosa.
Estoy desnuda en nuestro dormitorio
con la ventana abierta y la lámpara apagada,
oigo el rumor urbano de la noche
mientras la leve brisa me acaricia.
Ahora, la muchacha y el muchacho
que tú y yo un día fuimos permanecen
siempre muy cerca, están dentro mí:
un olor conocido o una canción
puede hacerlos salir, pero si quiero hablarles,
ya han desaparecido. Vivimos a merced
de lo que de nosotros ignorábamos,
tal si entre los derechos que tuviese la vida
hubiera un misterioso derecho a no saber.
El metálico nido custodia nuestros sueños.
Estoy llorando. La combinación
era esta: la fecha de tu muerte.

¡Dale sentido a tus sentidos!

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