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El más reciente inventario de los bienes personales de Monroe levantado por la casa de subastas Christie’s develó una impresionante colección de más de 400 volúmenes de arte y literatura que la estrella poseía en su apartamento. Entre ellos, se encontró el ejemplar de El Principito de Saint-Exupéry que ella le dio como primer obsequio a su gran amor, el beisbolista Joe DiMaggio.
A raíz de que esta colección se hizo del conocimiento público, han aparecido decenas de fotografías de Monroe que revelan la actividad en la que ocupaba sus horas muertas en el plató entre grabaciones, el mismo hobbie al que dedicaba su tiempo libre sin importar si se encontraba de viaje o en la tranquilidad de su propio apartamento: leer.
Entre ellas pasarán a la historia las que le muestran leyendo Ulises de James Joyce o la poesía de Walt Whitman con una mirada profunda y reveladora.
Sus tesoros bibliográficos iban de clásicos como Aristóteles o Platón hasta Oscar Wilde y En el camino, de Jack Kerouac; de los maestros rusos, Dostoievski, Tolstói, Chéjov y Pushkin, y los franceses, Proust, Zola, Albert Camus, Alejandro Dumas, Stendhal y Colette, a Muerte en Venecia, de Thomas Mann, a La última tentación de Cristo, de Nikos Kazantzakis; y pasa por Edgar Allan Poe, John Steinbeck; por los versos de William Blake, Rainer Maria Rilke, Federico García Lorca, Rafael Alberti, y por el teatro de O’Neill, Tennessee Williams, Bernard Shaw y Molière.
No menos importantes resultan los libros que narran la vida y obra de sus pintores favoritos, los españoles Goya, Dalí y Picasso.
No cabe duda que la inteligencia es uno de los pilares más relevantes para la atracción y la sensualidad, para muestra la mujer más bella de su época.
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