Me duele un hombre en todo el cuerpo
de Alejandra Menassa
Sería fácil ahora esclavizarte,
someterte al yugo de mi sexo,
la noche cae inminente en el precipicio caoba de tu mirada.
Pero ¿quién sería el esclavo?:
ahí todo el goce y todo el sufrimiento.
Un ápice de carne derramada,
una gota del néctar de los labios,
una rosada viajera empapada en su noche,
circundada de risas y marfiles,
que acaricia tus párpados,
hace alto en tus pómulos,
se pierde en el arco ciliar de tu mirada,
delimita las lindes de tu ombligo,
se acerca peligrosa, peligrosa,
tierna nube de azúcar,
entrecortado aliento,
más cerca que la uña de la carne,
más cerca que la dicha de la pena,
más cerca de la fiebre que el delirio,
tan cerca,
y tu verdad, que la presiente,
tu sexo que la busca y se le acerca,
que la añora como si alguna vez
hubiera sentido su contacto.
Tu sexo que la encuentra,
y un ápice de carne derramada,
una gota del néctar de los labios,
la locura, la magia,
La distancia precisa entre dos cuerpos:
cero milímetros de noche entre los dos,
sólo el amor se cuela por la hendija
que dejan dos cuerpos que se buscan,
dos cuerpos que se encuentran en la noche…
sólo el amor se cuela,
y un ápice de carne derramada,
una gota del néctar de tu sexo:
tinta para este poema
escrito con el semen de las horas
y las cavilaciones del insomnio.
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