Antes de leer Piel y tinta (parte 3), no te pierdas Piel y tinta (parte 1) y Piel y tinta (parte 2).
A la mañana siguiente se despertó solo en su cama. No podía dejar de pensar en ella, soñó que cogían en donde sea que estuviesen: en el bar, en la cocina, en el estudio, en su silla, en su cama. Tenía que sentirse dentro de ella. Al día siguiente decidió ir al bar a trabajar a ver si la podía encontrar ahí para poder descubrir al menos el nombre de esa mujer. Se arregló y se puso loción y se fue para el bar.
Cuando llegó la buscó en la barra donde la había visto aquella primera noche, pero no la vio. Sirvió unos cuantos tragos a varios comensales con el único fin de salir con una conquista. Un hombre, con cabello negro y ojos café vestido de traje azul sin corbata llegó a pedir un whiskey en las rocas y un Martini con dos aceitunas, tal como ella lo pide. Lo siguió con la mirada hasta una mesa y ahí estaba ella. En ese momento se llenó de celos, vio como ella le apartaba un mechón de cabello de la cara mientras los dos se sonreían. Sintió como una ola de calor le recorrió su piel llena de tinta.
Los vio por un rato hasta que llegó el momento de la siguiente ronda de tragos. La vio pararse de la mesa y acercarse a la barra, su corazón se comenzó a acelerar y empezó a imaginar que tal vez sí podría tener oportunidad de coger con ella. Al verlo, ella se quedó pasmada y automáticamente pensó en esa primera sesión y cómo nunca lo volvió a ver. Ella le pidió que hiciera como si no la conocía y le pasó una tarjetita con su nombre y su número: Mia Ferrara.
Le escribió mientras ella seguía con aquel hombre misterioso, pidiéndole que saliera al callejón que estaba detrás del bar. Mia vio el mensaje y salió con la excusa de que tomaría una llamada. Ahí estaba él con las mangas remangadas mostrando todos sus tatuajes, y ella no podía evitar recordar aquella noche. Lo besó al acercarse a él, pero tenía que controlarse por el hombre que la estaba esperando adentro. Él continuó el beso y le pidió si podía follarla en ese momento, en ese lugar; con el aliento acelerado lo miró a los ojos y le dijo que sí.
Ella traía puesto un vestido negro de cuero entallado y escotado, lo que hacía todo un poco más fácil. La besó y deslizó sus dedos por los muslos para probar que tan mojada estaba, y como siempre, ella estaba empapada y lista para él. Jugó un poco más con su clítoris, pero dejó de besarla, pues se dio cuenta que ya no estaba ese pequeño arete de metal. Pero al fin estaba ahí, a punto de follar con ella, con Mia. Él desabrochó su pantalón para poder sacar su pene duro y meterlo en su sexo. Empezó a follarla contra la pared detrás de un gran contenedor de basura para que nadie pudiese verlo. Ella quería gritar de placer, pero se mordía el labio para no llamar la atención de nadie. Con una mano le detenía una pierna y con la otra le tocaba los pechos desnudos, tampoco tenían un detallito de metal.
El hombre que venía con ella salió para fumarse un cigarro y los vio detrás del contenedor; vio sus pechos de fuera y como un pene entraba y salía de ella cada vez con más fuerza. Regresó a su mesa como si no hubiese visto nada; lo único que podía revelar que los había visto era que se notaba lo duro y parado que estaba contra su pantalón. Mientras caminaban hacia el bar, Mia le confesó que había querido regresar a la segunda sesión en su silla, pero que no se había atrevido. Ahora él se preguntaba quién había sido la mujer que lo había dejado venirse en sus pechos.
Espera la cuarta parte de este relató erótico…
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