Soneto
de Francisco de Quevedo
Miré los bordes de la manga mía
si un tiempo rosas ahora amoratados
de tanto trajinar tan agotados
por la que agota ya su valentía.
Salime de ella, vi que el sol bebía
los arroyos del zumo desatados,
mas pensé que los cauces desbordados
no son buenos en tiempo de sequía.
Entrar de nuevo quise por mi amada
mas eran de mi fuerza los despojos
mi báculo más corvo y menos fuerte.
Vencida de joder sentí mi espada
y no hallé cosa en que poner los ojos
que hiciera enderezar su filo inerte.
¡Dale sentido a tus sentidos!
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