El día de hoy te compartimos dos poemas eróticos, uno de Algernon Swinburne y otro del maravilloso Oscar Wilde, ¡que los disfrutes!
Tendida y dormida entre caricias nocturnas
vi a mi amor inclinarse sobre mi triste lecho,
pálida como el fruto y la hoja del lirio más oscuro,
rasa, despojada y sombría, con el cuello desnudo, listo para ser mordido,
demasiado blanca para el rubor y demasiado ardiente para estar inmaculada,
pero del color perfecto, ausente de blanco y rojo.
Y sus labios se entreabrieron tiernamente, y dijo
—en una sola palabra— placer.
Y toda su cara era miel para mi boca,
y todo su cuerpo era alimento para mis ojos;
Sus largos y aéreos brazos y sus manos más ardientes que el fuego
sus extremidades palpitando, el olor de su cabello austral,
sus pies ligeros y brillantes, sus muslos elásticos y generosos
y los brillantes párpados daban deseo a mi alma.
Una armonía
Sus manos de marfil sobre las teclas
extraviadas en sorpresiva fantasía;
así los álamos agitan sus hojas lánguidas.
Como la espuma a la deriva en el mar inquieto
cuando las olas muestran los dientes a la brisa.
Cayó un muro de oro: su pelo dorado.
Delicado tul cuya trama se hila
en el disco impávido de las maravillas.
Girasol que se retuerce para encontrar el sol
cuando las sombras de la noche negra pasaron,
y la lanza del lirio está coronada.
Y sus dulces labios rojos sobre estos labios míos
ardieron como el fuego de rubíes incrustados
en el candil inquieto de la capilla carmesí,
o en sangrantes heridas de granadas,
o en el corazón del loto solitario
en la sangre vertida del vino rojo.
¡Dale sentido a tus sentidos!
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