– Enciende la luz que hay en mí aunque yo no la imagine, déjate caer de lado mientras yo me pongo de rodillas… Y abrázame, como cuando nevaba y aún éramos niños…
– Sí, sentémonos al calor de la noche, arrebujados bajo una sábana de tú y yo, sin nada más que tu piel rozando la mía y el fuego dibujando deseos en las telarañas de ese adiós sin ira que, desde siempre, divisamos mientras nos mira…
Deslicé,
en tu sonrisa vertical
un beso sin palabras,
una caricia que nubló mis sentidos,
un trocito de alma
y una oración en mis ojos
de dilatadas pupilas.
¿Recuerdas?,
no quedaba tiempo más veloz
que el que ahora mismo,
entre los dedos,
teníamos.
Coloco mis manos sobre ti,
horizontalmente,
cruzando el pulgar derecho sobre el izquierdo para consagrar en un gesto
toda la comunión de nuestros tiempos.
Oigo cómo cierras los párpados,
huelo cómo tiemblas,
veo cada beso…
Desnúdame mientras te desnudo,
Rézame mientras te rezo…
¡Dale sentido a tus sentidos!
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