Saudade, de Stalin Gamarra

2 septiembre, 2020 2 mins de lectura
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PSAUDADE de Stalin Gamarra

Te quiero cuando estoy libre y quieto,

no hay horas para vivir amontonados

en el inmenso coito de esta lluvia.

Todos los días es vida perseguida en horarios: 

las casas del quererte

donde hemos encontrado el contacto. 

Todos los días,

este espectáculo voceado a besos,

y expedito el trueno

durmiendo bajo la almohada.

Adiós decimos al autobús que acelera 

el aprieto del sombrero,

haciéndose rebozo, caminando,

la tos indiferente del saudade.

Sobre tu amor,

que es igual al mío,

llueve la sal a gracias,

y el café teñido de diariamente.

No dejes esa hoja secando en los olores 

por donde las puertas pasan.

Sigamos amando el aire que nos queda; 

el pájaro cantando

los corazones de las calles.

Gracias doy a tu oreja,

bendita en la alegría,

por habernos oído

y sofocado en las anginas.

Pareja abrazada

Saudade: hoy he comido mucha vida

y mucho de Norte a Sur,

buscando la madrugada

vegetal de las otras direcciones,

sin mis zapatos:

se fueron a dormir

porque estaban cansados.

Saudade, ayer estuve lejos

de las postales puertas

que se cerraban,

y en ese instante comenzó mi llovizna 

de no me hablen ni me digan,

el sordo tren de la memoria,

plegada a mi columpio

que aviva los fulgores

vagos del pasado.

Nadie conocerá el silencio

de esta agua bautismal del tiempo.

Hay un modo en que la rosa es rosa

a cada instante;

ninguna semana la amenaza,

menos el pudor del espanto

al abrir sus pétalos.

Se camina tentativo

entre las espinas de la rosa poesía,

mas sin descanso.

Las estrellas,

allá arriba,

multiplican la paleta de los días; 

pero yo ahora

hago con la risa una corona; 

dejo animal el corazón

y marcho, en alboroto,

hacia el mar de la mañana.

Saudade, acércate un poco

a la piel de este deseo.

¡Dale sentido a tus sentidos!

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