Todo se ha vuelto lento de repente
Todo torpe y trivial como las piernas mías
Cuando el asalto en Santa Rosa, el silbato
El atropello del taxi y el cabro chico con la bolsa
Ocurrían al unísono lánguido y borroso
Como una película en cámara lenta
Advirtiéndome tu llegada.
Era la negra que venía
Y ya nada importaba porque todo pasaba
Calmo por el zigzagueo de esas caderas
– ¡Las tuyas, negra, las tuyas! –
Esas incandescentes ancas
De cosmopolita atrevida
Que me emborrachaban sin misericordia.
Venías leyendo La Última Niebla, ondulada cabellera
Soberbia como heroína bombaleana
Y en tu morral antisistémico
Escondías el presente de mil mujeres analfabetas
Y el boceto de tus pechos gritando al grafito
Junto a la amortajada manía de escudarte feminista.
Negra, mi negra, nuestra mujer
Cómo puedes permitirme en esta oda
Esperarte del otro lado de la calle
Y sonreírme para seguir leyendo y pasar de largo
Como suponiéndome en el momento, en esta hora
A una Huilliche porfiada camino al norte
Altanera, intacta, sugerente, profesora de historia
En medio de tantos aromas inmediatos
Y yo desierto en las brumas estelas de tu camino.
¡Dale sentido a tus sentidos!
Te recomendamos también: 2 poemas muy eróticos de Karin Artigas