Mantener un vínculo de pareja no es fácil, de hecho, es de las cosas más difíciles en la vida y requiere gran esfuerzo y voluntad de ambas partes. Indudablemente, en toda relación hay momentos difíciles que nos ponen en jaque, y a veces es muy difícil reconocer cuando nuestra relación está en crisis pero puede ser salvada, y cuando es momento de concluir definitivamente con ella.
Obviamente, no se trata de largarse tras el primer inconveniente o de mandar todo al diablo en cuanto las cosas se empiezan a complicar. Si la persona con la que estás te interesa, procurarás hacer un esfuerzo y platicar con ella para llegar a acuerdos; sin embargo, tampoco hay que irse al otro extremo y aferrarse a algo que ya no está funcionando.
Recuerda que tu bienestar está antes que todo, y si éste comienza a verse afectado es hora de poner manos a la obra; aquí te van algunos síntomas que suelen revelar una relación débil y desgastada. Si sólo te identificas con un par de puntos, estás a tiempo de hacer algo; pero si le vas poniendo palomita a todo, te recomendamos que pienses si realmente vale la pena que sigan juntos.
Discutir es normal, todas las parejas discuten. Pelear por todo y todo el tiempo ya es un problema. Cuando comienzas a pasar más tiempo con tu amorcito y esos pequeños detalles incómodos empiezan a salir a la luz, es natural que haya fricciones; sin embargo, cuando esas “pequeñas” discusiones se manifiestan casi todos los días y por cualquier cosita, algo anda mal; si además aumenta la tendencia a decir cosas hirientes y a gritarse, ahí deja de ser normal. ¡Dejen de lastimarse!
Si vives con tu pareja, quizá notes que buscas (o tu pareja) cualquier pretexto para no llegar temprano a la casa y ya sólo llegar a dormir. Si no viven juntos, pones pretextos para no verse tanto, cancelas planes o dices frecuentemente que tienes mucho trabajo. Esto se debe a que prefieres estar solo o con amigos a estar juntos y – peor aún – a solas.
Esto tiene mucho que ver con el punto anterior; muchas veces discutimos justamente porque nos empiezan a molestar cosas del otro que al principio no nos molestaban (o no mucho). Quizá al principio no te importaba su pequeña pancita, o su pelo esponjado o el ruidito que hace al comer y, de pronto, todo eso ya te saca de quicio, ya no lo soportas. Esa intolerancia absoluta revela un disgusto profundo hacia la otra persona; en resumen, te fastidia todo lo que el otro hace, dice, no hace o no dice. ¡Tiempo de pensar las cosas!
No hay mucho que explicar en este punto, ¿estás de acuerdo? Okey, es normal que conforme pase el tiempo la frecuencia de los encuentros sexuales disminuya, pero si de pronto te cae el veinte de que llevan cuatro, cinco meses (¡hay casos en que se mide en años!) sin tocarse y sin tener relaciones sexuales, comienza a reflexionar qué está pasando en la relación. Esta es una alerta roja que casi siempre se presenta en parejas a punto de disolverse.
Otro síntoma de que las cosas no andan muy bien que digamos es el hecho de que ya no platiquen de su cotidianeidad. Prefieres platicar con tus amigos o familia y a tu pareja ya no le platicas las cosas importantes que te suceden; obviamente, ni pensar en conversar de planes a futuro o de vacaciones juntos.
Al principio – y mientras el amor está presente – tienes detalles con él/ella, incluso hasta llevas a cabo pequeños “sacrificios”: quizá no te gusta cocinar, pero de vez en cuando le cocinas eso que tanto le gusta; a lo mejor no te gustan las pelis románticas, pero vas a verlas de vez en cuando porque sabes que al otro le gustan. De pronto, ya no quieres hacer ninguna de esas cosa, te enoja hacerlas y te dices cosas como “¿por qué tengo que hacer esto si a mí me choca?”.
Aunque tengamos pareja, es normal fijarnos en la belleza de otra persona y admirar sus virtudes físicas; pero cuando estamos en una relación satisfactoria, todo queda ahí, en el “taco de ojo”. Ahora que si empiezas a sentir pulsiones sexuales reales hacia alguien más y/o a pensar la posibilidad de estar con otra persona, también tendrás que preguntarte qué es lo que quieres (o no) con tu actual pareja.
Por supuesto, esto no es un manual definitivo y cada pareja tiene dinámicas diferentes, por lo que no todo lo escrito arriba aplicará para todos; pero, en resumen, si la balanza de la relación se inclina cada vez más hacia lo “malo”, lo incómodo y lo que te desespera, piensa entonces en tu bienestar y procúralo por sobre todas las cosas. ¡Hazte Kinky!
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