Normalmente relacionamos la palabra “fetichismo” con ciertas inclinaciones sexuales que nos parecen, cuando menos, singulares; sin embargo, estrictamente hablando, un fetiche es una figura u objeto al que una comunidad le atribuye ciertos poderes o capacidades, por lo que se le anhela y venera; en este sentido, México tiene una gran tradición fetichista: desde ojos de venado para el mal de ojo o cuarzos para la buena suerte hasta polvos mágicos para eliminar maldiciones.
En un sentido más amplio, entonces, hablar de fetichismo es hablar de una devoción – expresada de cualquier manera – hacia determinada cosa o imagen. De aquí surge la acepción sexual de la palabra, que hace referencia a la obsesión por algún objeto (ropa, parte del cuerpo, adorno) que provoca, en algunos casos exclusivamente, una enorme excitación sexual.
Uno de los fetiches más comunes es el de las prendas y objetos de cuero, generalmente en color negro; pero, ¿por qué específicamente este material? Suelen coexistir motivos tanto concretos como psicológicos; aunque casi siempre estos últimos son el origen y alimento de los primeros. En el aspecto concreto, los amantes de la piel coinciden respecto al placer que les provoca su muy particular aroma (que incluso la industria ha querido comercializar en forma de atomizador) y su suave textura.
Por otro lado, la óptica psicológica nos parece mucho más amplia e interesante. Para empezar, la mente relaciona frecuentemente las prendas de piel con las prácticas BDSM, ¿sabes por qué? La respuesta se remonta a 1870, año en que el escritor Sacher-Masoch publicó la novela La venus de las pieles la novela La venus de las pieles(Sexo y Censura), en la que un hombre joven firma un contrato para ser el esclavo sexual de una mujer mayor que se caracterizaba por siempre vestir prendas de piel; desde entonces, el inconsciente colectivo ha relacionado las prácticas de dominación con este tipo de vestimenta.
Pero quizá el vínculo psicológico más poderoso tiene que ver con la noción de rebeldía y subversión, originada por la clásica vestimenta en cuero de rockeros y motociclistas. De alguna manera, relacionamos las prendas de piel con chicos malos, sexys, rebeldes e insubordinados, que se han liberado de tabúes y son capaces de hacer lo que se les venga en gana. Así, el fetichista del cuero libera, a través del objeto, la fantasía del “chico(a) malo(a)” que nunca pasará de moda.
Algunos fetichistas suelen sentirse atraídos únicamente por el objeto en sí, por la prenda de piel sin importar si alguien la porta o no, hay incluso casos extremos que no alcanzan excitación sexual alguna más que a través del fetiche; sin embargo, también existen los fetichistas menos ortodoxos para quienes tales prendas despiertan o intensifican la excitación en tanto las lleve o las haya llevado puestas su pareja o ellos mismos.
Al final de cuentas, sean los que sean tus gustos o inclinaciones sexuales, mientras no dañen a nadie, te procuren satisfacción y no te impidan funcionar saludablemente día a día, disfrútalos y vívelos al máximo. ¡Recuerda que vivir genuinamente es vivir Kinky!