Primero que nada, es importante aclarar ciertos conceptos que comúnmente se confunden, empezando por “sexo” y “género”. “Sexo” hace referencia a las características fisiológicas sexuales, es decir, si tienes pene o vagina; en cambio, “género” se refiere a las ideas, comportamientos y normas que la sociedad ha establecido para cada sexo. En otras palabras, el sexo es algo con lo que nacemos (aunque se puede modificar, ya lo veremos), mientras que el género es una construcción social.
Habiendo entendido lo anterior, quizá sea más fácil comprender la variedad de identidades que pueden existir dentro del espectro trans: hay quienes se identifican con un género distinto al de sus rasgos sexuales de nacimiento, pero que no desean cambiar su sexo, sino solamente vivir de acuerdo al género con el que se identifican, a estas personas se les debería llamar transgénero, no transexuales.
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Pero también están quienes, además de identificarse con otro género, sí desean cambiar su sexo para que su identidad de género y su corporalidad concuerden. Es en estos casos en los que hablamos de cambio de sexo o, dicho con mayor precisión conceptual, de reasignación de sexo. Justo de eso hablaremos hoy, de forma breve (porque podríamos hacer un libro sobre el tema) pero intentando ser muy precisos.
Mucha gente, cuando escucha “cambio de sexo”, piensa inmediatamente en las operaciones que implican genitales y senos. Es normal, pues se trata, quizá, del aspecto más radical del proceso; pero no es lo único, también incluye, en primer lugar, la toma de hormonas para modificar los caracteres sexuales secundarios. Esta modificación no es inmediata, requiere de muchos meses (entre 6 y 24) para ya ver los resultados de la toma de hormonas que, por cierto, siempre debe estar controlada por un médico.
Por ejemplo, para las mujeres trans, las hormonas femeninas hacen que se redistribuya la grasa corporal hacia caderas y pechos, que se afine la voz, que disminuya la cantidad de vello, etc. En el caso de los hombres trans, las hormonas harán (de forma paulatina) que les crezca vello corporal, que su voz se haga más grave y que aumente la masa muscular. Generalmente, se hace primero esto y, hasta el final, si la persona lo desea, se contemplan las cirugías.
Ya hablando de los procedimientos quirúrgicos, en el caso de las mujeres trans se suelen hacer dos cirugías: la primera consiste en la extracción de pene y testículos y la posterior construcción de vagina y vulva a partir de diversos tejidos de la zona; la segunda (no siempre requerida por todas las mujeres trans), es la implantación de prótesis mamarias para que la mujer tenga senos femeninos y se disminuya la disforia de género.
Respecto a los hombres trans, también existen dos cirugías posibles: la mastectomía, para extraer las mamas, y la faloplastia, procedimiento en el que se construye un pene funcional a partir de tejidos del antebrazo, muslo u otras zonas del cuerpo del paciente. El gran reto aquí es, justamente, la parte de la funcionalidad, es decir, que el pene tenga sensibilidad y que sea posible tanto la erección como la micción.
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Como quizá te puedas imaginar vagamente, todo esto es sumamente complejo desde muchas perspectivas: psicológica, emocional, de salud. Aunque al final suele haber un balance positivo porque la persona siente por fin que su cuerpo corresponde con su identidad de género, el proceso puede ser muy difícil por los estigmas sociales y la falta de comprensión de mucha gente que, aún hoy en día, sigue con actitudes transfóbicas que dificultan aún más este camino para las personas trans.
En realidad, no te podemos decir con precisión cómo se vive porque cada quien lo hace de forma muy diferente; pero lo que sí es un hecho es que, por todas las implicaciones que tiene este cambio en la vida de las personas trans, es esencial que cuenten con todo el apoyo posible, sobre todo de la familia y amigos, así como tener un soporte psicológico que les ayude a manejar todos los sentimientos y emociones que supone la transición.
¡Sé tu mismo(a) y Hazte Kinky!
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