El cuerpo humano está repleto de terminaciones nerviosas que nos proveen de todo tipo de sensaciones, entre ellas la excitación sexual; en este sentido, todo nuestro cuerpo sería potencialmente erógeno (algunas técnicas tántricas exploran justamente ese potencial). Sin embargo, hay zonas de nuestra anatomía que suelen responder con más facilidad a los estímulos eróticos y a esas hay que prestarles mucha, mucha atención.
Muchos sexólogos distinguen tres tipos de zonas erógenas según el nivel de excitación que provocan: las primarias son las involucradas directa y evidentemente en el logro del orgasmo; las secundarias son aquellas que, generalmente situadas muy cerca de las primarias, activan su excitación y potencian el placer; finalmente, las potenciales son las que nos van prendiendo poco a poco y son indispensables para un buen juego previo.
En el caso de los hombres, la zona erógena primaria es, evidentemente, el pene; pero esto no significa que sea lo único en lo que te tienes que fijar. Es común oír que, en cuestiones sexuales, los hombres son más “básicos”; habría que hacer una nota al pie: si por básicos entendemos que se excitan más rápido y fácilmente, esto puede ser verdad, pero si entendemos que no necesitan estímulos extra o juegos previos, no puede haber error más grande.
En contra de lo que los clichés sugieren, el hombre no sólo quiere penetrar, venirse y c’est fini. Ellos también merecen y disfrutan del jugueteo y de una estimulación erótica íntegra; así que ponte las pilas, descubre sus zonas erógenas y trabaja su orgasmo como te gusta que él trabaje el tuyo. Pon atención a lo que sigue y, de todas formas, recuerda siempre preguntarle a tu hombre cuál es su región favorita.
¿Quieres verlo temblando de excitación? Empieza por el área de su cuello y orejas: besa, lame, muerde, juega. Pequeñas mordiditas en el lóbulo de la oreja y en el músculo que baja del cuello al hombro lo prenderán de inmediato; respira junto a su oreja, de manera que sienta y escuche tu respiración agitada; susúrrale al oído lo que quieres hacerle, o lo que quieres que te haga…
Transita por su espalda como si estuvieras explorando el edén, detente en cada lunar, en cada músculo, en cada surco; estudia y estimula su espalda con tus dedos, con tu cabello, con tu boca; aráñalo suavemente y experimenta con cambios de temperatura: desliza sutilmente algo frío y luego algo caliente. Como seguramente él no te podrá ver, deja que sienta tu cuerpo desnudo contra su espalda.
La mayoría de los hombres coinciden en que la estimulación del vientre bajo los vuelve locos, así que no lo olvides. Esta zona es excelente para iniciar una sesión de sexo oral; antes de lanzarte con todo al área genital, acaricia su vientre, lámelo dibujando figuras con tu lengua, acércate al pubis y aléjate, pasa por sus crestas iliacas (los huesitos de la cadera) y aproxímate a sus ingles; al mismo tiempo, observa cómo se excita y voltea a verlo hacia arriba…
Ojo: observa bien sus reacciones, porque ésta también es una zona propensa a las cosquillas y queremos que se retuerza de placer, no de risa.
Toda el área de sus pectorales resultará maravillosa para ambos, pues tú disfrutarás de una de las partes más sexys del cuerpo del hombre y él se podrá relajar y abandonarse al placer. Puedes estimularlo con aceites de masaje o puedes extender en él tu postre favorito y comer de su pecho, será delicioso para los dos. Recuerda estar atenta a sus reacciones, pues hay hombres a los que les encanta que juegues con sus pezones, pero para otros puede resultar incluso desagradable.
A final de cuentas, no hay manera de hacer una lista exacta y definitiva de zonas erógenas masculinas, pues éstas pueden variar de hombre a hombre; así que la única forma precisa de saber cuáles son sus puntos más sensibles es preguntándole y observando sus reacciones ante tus caricias, recuerda que la comunicación es la mejor vía de acceso a una vida sexual más satisfactoria.
Finalmente, no olvides que la mente es el órgano sexual más poderoso y, por lo tanto, la zona erógena potencialmente más sensible, así que si acudes a su imaginación y sus fantasías habrá muy pocas posibilidades de fallar. ¡Atrévete y hazte Kinky!
Si ya lo complaciste con las manos, quizá te interese hacerlo con tus labios