Hablar de nuestra relación de pareja nos vulnera a todos. Ese típico “tenemos que hablar”, en automático nos alerta las defensas, y nos predispone a encontrar razones y pretextos; e incluso argumentos que reconocemos como válidos. Como si nuestros cerebro dijera “Ah, vale, ¿quieres hablar?, ¿quieres que comencemos a sacar la ropa sucia?… prepárate, porque yo te tengo una lista interminable”. Y entonces comenzamos desde ese lugar, en cerrazón y necesidad de huir de lo que nos responsabiliza y nos lastima. Porque claro, el que nuestra contraparte desee ‘quejarse’ (porque así lo tomamos), nos traslada a memorias que nos duelen, nos recuerdan esa vocecita de ruido interno que nos picotea “Eres mala, malo como pareja, y aquí viene la reprimenda”. Tal como cuando nuestros padres nos hacían sentir pésimos hijos o estudiantes.
Es hora de cambiar la dinámica. Para nosotras, hablar no siempre es tan complejo, nuestros cables nos instan a expresar (y en ocasiones, o casi siempre abusamos de ello): queremos decir y decir, y dar largas cantaletas, reiterar, recordar, sacar cosas a flote de hace siglos. Pero su cerebro comunicativo es más básico, necesita literalidad y simpleza.
Las dobles palabras con ellos no sirven, el “te digo que no tengo nada para que me insistas y según yo podamos establecer un canal de charla”, no funciona. Tú dices no tengo nada y para él es “Ella no tiene nada”. O, típico, “le digo que ya no me siento cómoda en el sitio donde estamos y que me lleve a mi casa, para que él entonces reaccione y me ruegue que me quede y así yo pueda expresar la lista de molestias que me han llevado a decirle que me quiero ir”, tampoco funciona. Para él “No estoy cómoda, quiero irme a mi casa”, es eso “Ella no está cómoda y quiere irse a su casa”.
El meollo es que ya nos instalamos culturalmente en esa dinámica de “comunicación”, y vaya que vale entrecomillarlo porque ahí no la hay; mucho menos contacto real.
De inicio, las claves:
Todo lo anterior va a fomentar que tu pareja realmente se sienta cómoda para hablar, porque sentirá un mood mucho más cómplice, y donde se pueden encontrar soluciones. Nadie se cierra como cajón –aunque sea tímido y ‘de pocas palabras’- sin ninguna razón. Casi siempre porque la dinámica no permite llegar a acuerdos y termina por acostumbrarse a dejar pasar la situación, a que las cosas ‘se acomoden solas’. Pero tú y yo sabemos que no se acomodan y un día explota el cúmulo de temas inconclusos que nos han ido lastimando o cansando.
Usa la comunicación pasiva. Un concepto básico que soporta toneladas de realidad y que puede ser tan sutil, tan invisible que pensamos que está presente en nuestra vida de pareja, cuando quizás ya lo exiliamos hace años. Y aunque suene ilógico es mucho más activa de lo que creemos.
Esa base de comunicación ‘pasiva’ consiste en escuchar y entender. Escuchar tanto como sea necesario hasta comprender a la contraparte. Por lo regular tenemos un concepto de comunicación basado en hablar, en expresar y todo tipo de literatura nos insta a abrir la boca, desde cómo comenzar y cómo elegir el lugar y momento idóneos para dejar correr nuestro verbo.
Sin embargo, no comprendemos que los cimientos de la expresión sexual verbal está en prestar todo oído, todo tímpano y atención consciente al sentir, desear o temer de nuestra pareja o compañero sexual. Damos por hecho que aquello que a nosotros nos angustia, o causa placer encaja con sus percepciones.
Obvio, como todo circuito requerirá que uno hable, pero se genera un cambio vertebral cuando decides ENTENDER. Esa es otra, no sólo dejar hablar sino de verdad querer entender como si trataras de revelarte el silogismo más complejo de la historia. Como si sus palabras fueran un axioma, es real y evidente porque es lo que siente. El que no compartas su opinión no quiere decir que su verdad no tenga validez, o que sea falsa.
Y no te defiendas, no te victimices. Tal vez tu pareja dirá cosas que te vulneren pero trata de entender qué es lo que siente, no lo que te está haciendo sentir con sus palabras. Y tómate tanto tiempo para entender como sea necesario. Tal vez a ambos les tome días que sus ideas vayan tomando conclusiones en sus cerebros. No trates de arreglar todo en ese momento. Tal vez necesiten aire y espacio para entender del todo. Todas hemos tenido esos momentos de “Ajá, ya entiendo lo que pasa dos días después mientras vamos caminando por la calle”.
Comprendo, estás abierta a escuchar, pero la otra parte es una tumba. Ok, de nuevo, compasión. Haz preguntas simples con respecto a eso que estás detectando que no está funcionando en su vida de pareja. ¿Qué sientes? ¿Qué necesitas? ¿Qué puedo hacer? Da soluciones. No comiences a plantear un conflicto, nunca comiences con “Creo que esto no está funcionando, ¿qué hacemos?”. Nunca. Es probable que se defienda y diga que todo está bien y que si el que se queja eres tú, la bronca es tuya.
Y si eres tú quien habla, comienza por hacerte responsable. No sólo porque cada quien es responsable de sus emociones, sino porque en ese orden podrás hacerte escuchar y crear complicidad e INTIMIDAD. ¿Qué es lo que tú has decidido interpretar, sentir, hacer, decir, pensar para que llegaran a eso? Ahí les encargo sus orejas y su mente abierta.
“APRENDE A ESCUCHAR. DEBAJO DE CADA PALABRA, HAY OTRAS PALABRAS”. Alejandro Jodorowsky
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