Si eres muy joven – o millennial, para ponernos modernos – probablemente no sepas de lo que vamos a hablar, por lo que te invitamos a leernos para imaginarte la vida de tus ancestros. Si tienes entre 25 y 35 años, seguro viviste muchas de estas cosas y podrás hacer un nostálgico viaje al pasado. Y si tienes más de 35, entenderás a la perfección de lo que hablamos, por lo que quizá se te salga algún suspiro acompañado de una ligera añoranza por “aquellos viejos tiempos”.
Antes de los celulares, los amigos de la “secu” se comunicaban en clase a través de notitas que pasaban por las manos de toda la fila 5 (“pásale esto a Rafa, pásale esto a Rafa”) hasta llegar a su destinatario quien, vigilante de la mirada del maestro, abría el papelito debajo de la paleta del pupitre y leía: “¿Nos vemos en el recreo para molestar a Susi y sus amigas?”. La respuesta recorría el mismo camino para completar la comunicación: papelito doblado, fila 5, “pásaselo a Luis, pásaselo a Luis”, las manos de Luis que desdoblan el papelito tratando de no hacer ruido y, finalmente, la respuesta: “Sí, te veo frente a la cafe”.
Antes del Facebook, los adolescentes hormonales descubrían los chismes y secretos de su amor oculto por un medio más elemental: Hora libre, “¿quién tiene el chismógrafo?”, “se lo llevó David”, “¡David! Pásame el chismógrafo”. El cuaderno, forrado y rotulado – probablemente con la letra garigoleada de una niña – con la palabra “CHISMÓGRAFO”, llega a las manos del interesado, éste recorre con prisa las preguntas de cada página (¿Cuándo es tu cumple?, ¿qué materia odias?, ¿cuál es tu profe favorito?) hasta llegar a la que le importa: “¿Quién te gusta del salón?”. Lectura rápida de los nombres, y sí, ¡ahí está el suyo! En la linda letra de Karina se dibuja su nombre: “¡Le gusto a Karina!”
Antes del WhatsApp, cuando a un chico le gustaba una chica le pedía su teléfono (el de su casa, claro) y, si ella accedía, lo anotaba cuidadosamente en un cuaderno o en su agenda. El flirteo comenzaba desde que sonaba el teléfono, ella respondía nerviosa y, ante la emoción de escuchar su voz, comenzaba a enredar su dedo anular en la espiral del cable telefónico. Le seguía la primera cita: conversaciones, risas, contacto físico disimulado. Si todo salía bien, venía una segunda cita y, probablemente, la pregunta oficial: “¿Quieres ser mi novia?”. Durante el noviazgo, resonaba con frecuencia la voz de tu madre exclamando: “¡Ya cuelga ese teléfono!”, o el temido: “¡Tú vas a pagar el próximo recibo de teléfono!”
Hoy los amigos de secu se comunican a mitad de la clase por SMS y los maestros, en vez de tirar papelitos, decomisan celulares; los adolescentes se enteran de la vida de su amor secreto (al que le dicen “crush” porque es más “cool”) a través de Facebook; y el cortejo romántico se da primordialmente por WhatsApp, la voz de la madre ahora exclama: “¡Ya deja ese celular, te voy a cancelar el plan!” Y seguramente en 50 años los SMS, el Facebook y el WhatsApp serán los papelitos, el chismógrafo y el teléfono de hoy; pero los niños de secu seguirán escondiéndose de la maestra, los adolescentes seguirán indagando en la vida de quien les gusta y los amantes seguirán buscando la manera de estar juntos cuando no lo están físicamente. Al final, antes o después del internet, somos humanos y, aunque no lo parezca, amamos siempre de formas muy similares.
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