Aunque así lo parezca, no creas que nos contradecimos al hablar de sexualidad y niñez en un mismo lugar, ¿por qué? Porque sexualidad no es igual a relaciones sexuales; la sexualidad es inherente al ser humano sin importar su edad y, desde el momento en que nacemos con órganos sexuales, somos seres sexuados que vamos descubriendo poco a poco tanto las funciones orgánicas como los placeres de dichos órganos. ¿Por qué decimos, entonces, que deberíamos vivir nuestra sexualidad como si fuéramos niños?
Aquí viene lo interesante y hermoso de la cuestión; los niños tienen una increíble capacidad de maravillarse con todo aquello que van descubriendo; trata de imaginar lo que pasa en el cuerpo de un niño que prueba por primera vez en su vida un chocolate: no tiene expectativas previas y entonces se deja sorprender por ese nuevo sabor, esa consistencia inexplorada, ese aroma nunca antes percibido. Todos sus sentidos se deleitan y se concentran en esa nueva experiencia.
Ante lo nuevo o lo desconocido, los niños no suelen experimentar miedo, por el contrario, la curiosidad los caracteriza y se lanzan a descubrir con absoluta apertura lo que sea que les depare. Además, aprenden a través de la experiencia sensorial: si tocaron la estufa y les quemó, suelen escuchar a su cuerpo y no volver a hacerlo. ¿Te das cuenta ahora de todo lo que tenemos que aprender – o más bien, recordar – de los niños? Todos fuimos niños y vivimos de esta forma, pero en el camino lo fuimos olvidando. ¡Recuperémoslo!
Para reconquistar esa mirada infantil y aplicarla a tu vida sexual, vuelve a leer los dos párrafos anteriores y piensa cuáles son las actitudes clave que hemos ido olvidando: maravillarnos ante lo nuevo, probar sin expectativas previas, poner todos nuestros sentidos en lo que estamos viviendo; curiosidad, apertura, descubrimientos, escuchar a nuestro cuerpo… ¿No crees que si aplicáramos esto en nuestra vida de pareja, estaríamos más satisfechos y seríamos personas más plenas?
Ve la vida como si fueras niño y ¡Hazte Kinky!
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