El próximo 27 de septiembre se celebra el Día Mundial del Turismo y, generalmente, cuando oímos la palabra turismo pensamos de inmediato en vacaciones: playas, sol, montañas, pueblos mágicos, museos… Pero como casi todo en el mundo, este tema también tiene su lado oscuro: el turismo sexual. Aclaremos, lo del “lado oscuro” no lo decimos por el aspecto sexual de esta actividad, sino por el contexto, generalmente triste y dramático, de los países que están a la cabeza en este tipo de turismo.
Lo que hoy conocemos como turismo sexual – viajar a determinado lugar con el único propósito de tener relaciones sexuales – no es una práctica nueva ni mucho menos. Los militares de prácticamente todas las épocas tenían “bases” en ciertas ciudades, en donde desahogaban sus energías sexuales después de meses y meses en alguna diligencia o misión; lo mismo los marineros en las ciudades portuarias. La diferencia es que entonces no se concebía como turismo, con todo lo que implica.
De inicio, uno podría pensar: “¿Y cuál es el problema? Si alguien quiere viajar únicamente para tener sexo, que lo haga”. Eso es cierto, pero la polémica comienza cuando nos centramos en el otro lado de la moneda: en los países receptores de este tipo de turismo y en los hombres, mujeres y hasta niños que viven en tales países y que, en muchos casos, son forzados a ofrecer este tipo de servicios.
De acuerdo al portal de noticias esglobal.org, algunos de los países que más turismo sexual reciben hoy en día son: República Dominicana, Cuba, Camboya, Kenia, Filipinas, Colombia, Brasil, Tailandia, Holanda y España. Nótese, para empezar, que de 10 países en la lista, 8 son países de tercer mundo con altos índices de pobreza, violencia y/o corrupción; mientras que sólo 2 (Holanda y España) son de primer mundo y tienen regulada la prostitución.
Por lo tanto, se hace evidente que, salvo quizá en los casos de España y Holanda, la motivación de las personas que se dedican a esto no es otra que intentar salir de la pobreza y la miseria; además, muchas organizaciones de derechos humanos advierten de gravísimos problemas que surgen y se favorecen con este tipo de turismo, como la trata y la explotación de personas y la prostitución infantil. Así pues, hay personas que viajan a un país sólo para tener sexo con menores y poder burlar las leyes que condenan esta práctica.
El turismo sexual no se dirige exclusivamente a los hombres (como quizá podría pensarse), también hay jóvenes que ofrecen sus servicios a mujeres mayores – como relata la excelente película Amor del austríaco Ulrich Seidl – o a hombres. Y México no está exento de este problema, sobre todo en zonas de gran turismo internacional (como Cancún o Los Cabos) y en zonas fronterizas (sólo recuerden: ¡Welcome to Tijuana: tequila, sexo, mariguana!).
En Holanda, las y los trabajadores sexuales eligen por ellos mismos ese trabajo y se encuentran en un marco completamente legal. Si este fuera el caso en todos los países, si esta práctica estuviera basada en el consentimiento de ambas partes, sería otra opción más para vivir y explorar la sexualidad; pero no es así, en la mayoría de los casos se están violando derechos y libertades individuales, por eso consideramos importante concienciar a nuestros lectores para evitar, al menos desde nuestra trinchera, el crecimiento de esta actividad.
Respetando los derechos de los otros: ¡Hazte Kinky!
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