Hace unos 15 años nació una industria encabezada por directoras porno con una visión casi romántica pero altamente sexual. Su lenguaje logró liberarse de los estereotipos para excitar con dosis de realidad. Así, directoras como la inglesa Ana Span (Ana Arrowsmith), Mejor Director de los UK Adult Film & TV Awards en 2008 y 2009, crearon filmes donde –a diferencia del porno tradicional- el mayor elemento eran mujeres disfrutando sin convertirse en objetos sino en protagonistas del éxtasis a solas, en situaciones lésbicas, heteros y bisexuales. Span se caracteriza por integrar juguetes, sexo grupal y gang bangs pero desde una perspectiva de apertura femenina al goce sin la pasividad y sin el juicio social. Libres para experimentar.
Por su lado, la holmiense, Erika Lust (Erika Hallqvist) ha ganado fama gracias a sus filmes con una peculiar visión del BDSM y el fetichismo. Además de novelista, guionista, productora y fundadora de Lust Films, es doctora en ciencias políticas y especialista en Derechos Humanos y Feminismo. Su lucha por la desmitificación de la sexualidad femenina la llevó a crear una estética hiperrealista, sutil pero transgresora. El objetivo de sus creaciones audiovisuales y literarias es hacer el amor, no porno (“We make love, not porn”).
Junto con estas pioneras, innumerables expresiones y divulgaciones como Playgirl, Sex Herald, Filament, Scarlet: una revista no porno pero sólo sobre sexo para mujeres que se publicara mensualmente en Reino Unido de 2004 a 2010, han ido creando un mercado erótico femenino. Sin olvidar la reciente revolución de E. L. James y su trilogía 50 Shades of Grey (2012) que ha levantado la calentura y mantenido adictas al menos a 31 millones de lectoras en el mundo (sin contar las que obtuvieron las novelas de mano en mano). Y aunque literariamente la crítica la ha catalogado como basura, es la perfecta muestra del porno que todas quieren.
Pero, ¿qué elementos o ingredientes han diversificado el mundo del porno generando cierta brecha en lo que buscamos las mujeres a diferencia de los hombres?
Lo que el Fem-porn busca erradicar del porno masculinizado
Cualquier mujer fuera de un set que sea penetrada a empujones de cadera y de buenas a primeras, sabe que al otro día no podrá sentarse. Y que es casi una certeza que no llegará al orgasmo.
En tanto un hombre cree (porque así se lo enseñó Papá Porn), que cuanto más fuerza y fiereza aplique a sus penetraciones más placer da y recibe. Los elementos base: control, virilidad, dominación, placer egocéntrico.
En el porno diseñado por y para mujeres, la penetración es un accesorio más, no el centro. Se muestran más caricias, juegos, uso de juguetes, cunnilingus, erotización de la vulva y el clítoris así como dinámicas lúdicas previas. Se muestra un mayor erotismo, sutileza, preparación y excitación gradual (hormonal y neurobiológicamente operamos de menos a más).
La experiencia sexual entre dos mujeres es uno de los ingredientes que más excita a los hombres, y por ello desde los primeros cortos eróticos de finales del siglo XIX fue un arma de venta. No obstante, para la perspectiva tradicional, dichas féminas son una herramienta para la excitación masculina, potenciadoras de su virilidad (por ello el contacto entre hombres es limitadísimo en el mercado heterosexual). En tanto el Fem-porn las sitúa como seres abiertos a expresar su erotismo en un goce de caricias y toques explorando su femineidad.
En 2003, el psicólogo J. Michael Bailey de la Northwestern University, midió las respuestas de excitación a una muestra de hombres y mujeres de distintas orientaciones ante escenas de sexo entre hombres, mujeres y parejas de ambos sexos. Encontró que las mujeres heterosexuales se excitaban más con escenas lésbicas que con el porno hombre-mujer. Encontró que existe una mayor factibilidad de trasladar la imagen y llevarlas a la fantasía a través de la ligereza de los estímulos que dos mujeres muestran. Por una comprensión asertiva de las necesidades.
La mente femenina necesita justificar la fantasía. Realismo y una historia lógica que la lleve al encuentro. No importa si es por amor o lujuria, debe haber causas y efectos. Por ello los guiones del Fem-porn se enriquecen con argumentos. Para un hombre, basta ser un plomero que se encuentra con un ama de casa con poca ropa que de la nada se lanza hambrienta sobre su pene. No importa cómo se dio, lo importante es que ya está ‘dándole’.
Además de lo situacional, está la ejecución. Necesitamos congruencia. Como explica Erika Lust en su sitio web, en el viejo porno, el sexo oral a un hombre podía durar horas sin que la mujer se cansara. En tanto ella, en segundos, llegaba al orgasmo por arte de magia sólo porque él la penetraba, nalgueaba o hablaba sucio. “En la práctica sabemos que es irreal. Queremos ver algo que nos puede suceder”, comenta.