El tema de los anticonceptivos siempre ha sido polémico, tanto por un tema de género (el hecho de que sea la mujer la que toma las hormonas) como por los efectos secundarios que tiene su consumo. Durante mucho tiempo, sobre todo cuando empezaron a comercializarse y hacerse famosas las píldoras, era sabido casi por todos que uno de los principales efectos era que te hacían subir de peso.
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Sin embargo, como todo en la medicina, los tiempos avanzan y los medicamentos mejoran, potenciando sus efectos benéficos y reduciendo los adversos. Así pues, las nuevas generaciones de anticonceptivos empezaron a perder esta mala fama y, por el contrario, hubo muchos (como Diane o Yasmin) que prometían lo contrario: estabilizar tu peso, quitar acné y mejorar todos los síntomas del ovario poliquístico.
La realidad es que, efectivamente, no hay estudios que prueben contundentemente que las nuevas generaciones de píldoras tengan algún efecto sobre el peso; sin embargo, parece que nos estamos olvidando de que los anticonceptivos no son solo las pastillas: también hay parches, inyecciones e implantes, y es con estos últimos que la cosa ya no está tan clara y el riesgo de aumento de peso es más probable.
Muchas mujeres prefieren los parches, inyecciones o implantes porque se evitan la monserga de recordar tomar todas las noches la pastillita; el problema está en que, mientras las hormonas de las pastillas pasan por el hígado antes de llegar a la sangre, en estos otros métodos van directo al flujo sanguíneo, por lo que es más común que haya efectos secundarios como subida de peso, depresión, líbido baja y hasta aumento de colesterol y triglicéridos.
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Algunos ginecólogos recetan metformina (un medicamento que se usa normalmente para tratar la diabetes) a la par de los métodos anteriores; esto porque algunos estudios comprueban que la acción de la metformina sobre la insulina en sangre puede ayudar a controlar la subida de peso; sin embargo, otros médicos prefieren no recetarla a menos que la paciente sufra, efectivamente, de diabetes, así que siempre consulta a tu médico.
La otra opción es elegir los anticonceptivos orales, “apechugar” y hacerte a la idea de que tienes que recordar la toma diaria de la pastilla (en realidad, una vez que te acostumbras, ya no es algo que cueste trabajo). Obviamente, están los métodos de barrera (preservativo) que tienen dos ventajas: no te metes hormonas al cuerpo y son los únicos que te protegen contra Infecciones de Transmisión Sexual.
Ahora bien, no podemos terminar esta información sin recordarte que todo medicamento, incluso aquellos que parecen más inocuos, pueden causar reacciones adversas según cada persona, así que como siempre, la opción más adecuada y responsable es que acudas a tu ginecólogo de confianza para que este, checando tus necesidades e historial médico, te recete lo que mejor se ajuste a tu cuerpo.
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