Cuando se aparece ante nuestros ojos una persona a la que nunca antes habíamos visto pero que de la nada simplemente nos provoca toda clase de emociones y sensaciones físicas que nos promueven al acercamiento, en realidad estamos experimentando todo un juego químico. La famosa “tenemos química” del que tanto se habla.
¿Cómo es que ‘tenemos química con alguien’? No, es mito. Literal, es gracias a nuestra nariz. Las feromonas son hormonas del tipo esteroideo y son volátiles. Se liberan en el ambiente a través de las glándulas sudoríparas, y también se encuentran en los folículos capilares, en la orina, en los fluidos vaginales y en el esmegma (sustancia lubricante con consistencia aceitosa del pene y vulva). Por las mañanas estamos llenos de ellas. Es así que, aunque traigamos cara de zombie o las greñas despeinadas, somos potencialmente seductores, al menos, para el órgano vomeronasal del sexo opuesto. Sí, este órgano que se encuentra a unos siete centímetros al interior de nuestra nariz. Aunque no sucede conscientemente. No podemos decir ‘huele a feromonas’ porque en realidad nadie sabe a qué huelen.
Pero las percibimos, y es ahí cuando comienza la crónica de la atracción sexual. Somos en realidad los mamíferos que buscan el apareamiento de la manera más peculiar. La mayoría de las especies se deja llevar por ‘el amor a primer olfato’ pero nuestra ‘ceremonia de apareamiento’, de acuerdo con Rolando Díaz Loving, profesor investigador de la Facultad de Psicología de la UNAM, por el intercambio de favores y de seguridades. Sin embargo, esto no quita que los aspectos bioquímicos dejen de intervenir en el proceso. Lo que nos hace aún más peculiares es que parece que nos proponemos disfrazar o suprimir esta maravillosa capacidad que tenemos. Tapamos nuestras propias feromonas con el baño diario, las cremas y los perfumes. Con esto, no quiero decir que dejen de bañarse. Pero a veces podemos ser más atractivos sin ponernos la loción que nos promete ligarnos hasta al del micro.
Las feromonas aunque no huelen, afectan a los circuitos cerebrales relacionados con el comportamiento. Asimismo, además de que son exclusivas de cada especie, también parece existir una especificidad de género para ellas, pues los machos no responden a las feromonas producidas por su género, que sí afectan a las hembras, y a la inversa.
De ellas las más estudiadas son la androsterona, producida por el hombre, y la androsteneriona, liberada por la mujer. Ambas tienen una estructura química muy similar, y no sólo actúan como atrayentes sexuales, sino que durante el coito producen excitación. Pero se sabe que también intervienen para generar mayor afabilidad en las comuniones humanas, pues influyen en el carácter y en la tendencia a ser amable.
El juego químico de la atracción después de las feromonas tiene otros componentes:
1. Shots de feniletilamina
El cerebro se inunda de ella acto seguido de la selección de tu objeto de deseo. Es una anfetamina.
2. Shots de dopamina, el coctel explosivo
El mayor estimulante del enamoramiento. Traduce toda sensación de gozo.
3. Accumbens nos da el tiro de gracia
Se activa nuestro núcleo accumbens, centro de recompensa cerebral. Cuanto más se activa, más dopamina secreta. Se experimenta más placer y aumentan las ganas de buscar más.
4. Shots de hormonas sexuales
La creadora del deseo sexual, la testosterona corre a altos niveles.
5. Shots de adrenalina
Responsable de poner al organismo en estado de alerta.
Como ves, no lo puedes controlar. No puedes decidir tener química o no tenerla con alguien. ¿Ahora te explicas por qué hay personas que te parecen atractivas pero nomás no ‘haces clic’ y otras que no consideras tan guapas pero tienen ‘un algo que no sabes pero que te atrae’? Ya tienes la respuesta.
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