¿Cuántas veces no has pensado, mientras tienes relaciones sexuales con alguien, “me gustaría que me tocara de esta otra forma” o “si solamente quitara su mano de ahí”? A veces por pena o a veces porque creemos que romperemos la atmósfera apasionada del momento, lo cierto es que pocas veces nos animamos a decir: “no me gusta eso, mejor hazme esto otro” o “agárrame de esta forma, me gusta más”. ¡Cómo nos cuesta trabajo tomar las riendas y guiar a nuestra pareja por el camino más agradable y placentero!
Somos una sociedad a la que le han enseñado a callar y resignarse, y en tanto mujeres, peor aún. “Calladita te ves más bonita”, “mejor no discutas”, “cállate y hazle caso a tu padre”, “tú mejor ni preguntes”; fácilmente podemos reconocer estas frases, ya sea porque nos las han lanzado directamente o porque las hemos escuchado dirigidas hacia alguien más.
Este tipo de frases, junto con rasgos históricos de nuestra población, actúan casi de forma subliminal y nos educan para aceptar las cosas como llegan, para conformarnos y no expresar abiertamente qué queremos y cómo lo queremos. Evidentemente, esta conducta se traslada al aspecto sexual de nuestras vidas y, con especial fuerza, si somos mujeres.
Cada mujer es distinta y, aunque hay zonas erógenas comunes, éstas no son igual de sensibles en todas nosotras ni a todas nos gusta que las estimulen de la misma forma; mientras algunas encuentran muy excitante que muerdan ligeramente sus pezones, otras pueden no apreciar este gesto en lo más mínimo y prefieren sólo el roce sutil de la lengua del amante; mientras hay quien disfruta que laman impetuosamente sus orejas y su cuello, habrá para quien resulte incómoda la sensación de la saliva tan cerca de la cara.
Desafortunadamente, estamos habituadas a ver a las actrices porno que lo único que dicen es: “sí, así, exacto, me encanta, qué rico”, pero es necesario recordar – pues hay quien aún no lo tiene claro – que el porno no es real, es algo ensayado y simulado; si bien puede gustarnos e incluso darnos algunas ideas, no podemos tomarlo como referencia para nuestra vida sexual. Cuando hablamos de sexo auténtico y espontáneo, sólo hay una manera en que tu pareja sabrá qué disfrutas y qué no: ¡que se lo digas!
Deshazte de miedos e ideas preconcebidas y prueba a dirigir a tu pareja hacia aquello que más placer te provoque, o hacia lo que quieras experimentar en ese momento. Eso sí, hazlo siempre de forma amorosa y de preferencia en voz baja, como un murmullo lleno de deseo; hay quienes encuentran esta sutil actitud de “mando” sumamente excitante y puedes sorprenderte muy favorablemente con la reacción del otro.
Si lo intentas y de plano compruebas que eso de dirigir no es lo tuyo, no olvides que el orgasmo es de quien lo trabaja, y parte de ese trabajo es procurar la comunicación; así que nunca olvides platicar posteriormente con tu pareja sobre lo que les encantó y lo que podrían mejorar. Lo importante es que no esperes que el otro adivine lo que te gusta, házselo saber y pídele que haga lo mismo.
¡Atrévete y hazte Kinky!